¿Por qué escribo?

 












                                                                                                                              Imagen de Luisella Planeta Leoni 

                                                                                                                                                    en Pixabay 


Hace años, no recuerdo si fue en 2011 o 2012, acudí a la que sería mi última visita realizada a la feria del libro. Entre los invitados al evento, una asociación de la que no recuerdo tampoco el nombre, impartiría un pequeño, que digo pequeño, un  mini taller de escritura (exclusivamente) para mujeres. Uno de los ejercicios más detallados era exponer las razones por las que hacemos del bolígrafo nuestro esclavo diario.   

 

Cada una de las presentes expusimos el motivo de nuestra escritura: unas por simple placer, otras, como yo, la adoptamos como una forma de deliciosa terapia para exorcizar nuestros demonios más rastreros, otras cuantas porque forma parte necesaria de su trabajo, o porque es una actividad de la que no te puedes desprender en la rutina diaria, ya sea hacer la lista de la compra, anotar un recado cerca del teléfono, dejar un recado en la puerta de entrada diciendo que volveremos dentro de cinco minutos, etc. Total, que una no se libra de arrastrar el lápiz…

 

Ahora, años después, mis motivos para escribir son otros, sí, aún la tengo como terapia, pero punto y aparte, decidí llevar un cuaderno de anotaciones de mis vicisitudes diarias (prefiero llamarlo así en lugar de “llevar un diario”), porque mi caligrafía ya no es lo que en antaño fue. Cuando se tiene que seguir las ideas del interlocutor, se escribe lo más de prisa posible, intentando captar en el papel la mayor parte de las palabras dichas. Motivo por el cual, al escribir, me enfoco más en lo que se ha dicho que en la belleza de mi letra, ¿a quién le importa la letra manuscrita, cuando los documentos se envían impresos mediante una máquina llamada impresora láser, o mejor aún (o peor, según la óptica con que se mire), redactados y escritos en la pantalla, sin errores, sin faltas de ortografía, inmaculadamente limpios y sin borraduras, tachaduras ni enmendaduras, y además remitidos por el llamado correo electrónico? 

 

Mi caligrafía era única, todas las letras del mismo tamaño, con la debida separación entre una letra y otra, redondeada, entendible y sin faltas de ortografía. Antes fue. Ahora las letras son de diferente tamaño unas de otras, uso abreviaturas inventadas por mí en el momento, aunque luego no logro saber qué es lo que quise decir. Otras palabras las termino con números o símbolos, en fin, hay veces que no entiendo lo que he escrito; menos lo entenderá quien ose leerlo. A menos que sea doctor, pues ellos a lo largo de su profesión han adquirido la habilidad de reconstruir las palabras escritas.

Llevar por escrito el día a día me es un gran apoyo para volver a tener la pulcra caligrafía de cuando era una estudiante.

Eso espero lograr.


Salu2.

 

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