Desesperanza

 









El frio muerde mi piel.

El reloj se ha detenido para mí.

Desconozco cuantas horas he pasado sentada en esta banca,

contemplando el paisaje del atardecer.

 

Deja vú.

 

El tono naranja del cielo, las nubes despidiendo el día,

la oscuridad pronto dejará caer su manto sobre mí.

Muy atrás han quedado las tardes de otoño,

cálidas, frescas, tardes tuyas y mías.

No había lugar para nada más.

Ahora todo es invierno, frío, silencio.

Tú, ¿dónde estarás?

Yo…

 

Regreso a este sitio una y otra vez,

arrastrada por la añoranza y la soledad de varios años,

es la única forma en que siento tu presencia,

a veces, casi siento tocarte.

 

Es hora. Me levanto y voy a mi encuentro con el mar.

Me espera. 

 

El agua está helada, pero con cada paso

me voy acostumbrando a su frialdad.

Camino, adentrándome en una líquida oscuridad.

Camino, mis pensamientos vuelan a ti.

Sigo andando. Ya no hay vuelta atrás. 




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