Dudas

 






Sabe que la mujer no se encuentra en casa, pues el auto no está donde la noche anterior lo dejó aparcado.


Abre con su propia llave, aquella que Jazmín le entregó para no tener que levantarse a despedirlo luego de dar por terminada la sesión de acrobacias amorosas entre ambos.    


Casa pequeña, de un nivel, ubicada en una colonia popular, ahí donde nada pasa desapercibido y con el paso de los días se vuelve rutina insípida. Un espejo colgado en la pared y una mesa de metal con superficie de vidrio, ambos en color chocolate y contrastando con el blanco de las paredes hace la función de recibidor. Sobre la superficie de la mesa el detalle de un florero de vidrio con unas flores artificiales en tono violeta confirma la presencia femenina. Deja las llaves al lado del florero, misma costumbre en cada visita. Pasa a la salita, comedor y cocina. Todo en uno. Jazmín es una mujer práctica. Y eso le gusta. Al lado de la cocina un estrecho pasillo lleva a la habitación de su dueña. Se tumbó en uno de los sillones, para hacer más cómoda la espera “mientras llega Jazmín”, piensa.  

La alarma de su teléfono lo trae a la realidad. Mira el reloj. 10:30. Se levanta como impulsado por un resorte. Tiene agendada una cita importante con un probable nuevo cliente y él en casa, esperando a una mujer que se ha llevado su automóvil y no sabe a qué hora llegará. Maldice por lo bajo.

Comienza a marcar el número de una base de taxis, justo cuando le contestan, escucha apagarse el motor de un auto. A través de la puerta observa a la pareja dirigirse al interior: el hombre abraza y besa con pasión a Jazmín, su Jazmín y ella se deja querer. Tal demostración de afecto deja perplejo a Paolo, que no reacciona hasta que los tres están frente a frente.

-Paolo, -Jazmín se deshace del abrazo de su acompañante con rapidez- no mencionaste que vendrías, yo salí a… -Paolo no le permite terminar la frase, en tono sereno se deja escuchar.

-Vengo por mi automóvil, -remarcó la palabra mi- como lo dejé en tu casa no creí necesario anunciar mi visita. Me das las llaves por favor?

La sonrisa tranquila de Paolo desconcierta a Jazmín, el acompañante no se ha movido ni pronunciado palabra, permanece impasible, con cara de no entender lo que sucede. O tal vez lo intuye y por eso se está quieto y callado. La mujer saca del bolso unas llaves insertadas en el aro de una moneda de plata que lleva por inscripción en una de las caras “Margy y Paolo, 23 de abril 2008”, y por la otra “Margarita y Paolo, 23 de abril 1988”; las extiende a Paolo.

-Gracias Jazmín, -se encamina hacia la puerta y a mitad del camino se vuelve para decir- ¿No hay nada tuyo ahí, verdad? –Silencio con los labios, más los ojos de Jazmín son los que hablan: en ellos Paolo mira sorpresa e inquietud.- Si lo hay no te preocupes, te lo enviaré. –Media vuelta y se retira. Enciende el auto y se aleja a velocidad normal. Para distraer su mente, marca el número del cliente con quien ha estado a punto de perder una oportunidad de trabajo a causa de una mujer fácil.      

-No se preocupe contador, el director lo espera. –Aquellas palabras le devolvieron el ánimo. Al menos en cuanto al trabajo no todo está perdido, dice para sí mismo. El asunto “Jazmín” está en el limbo. Al menos por el momento.   


Continuará...

 

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