Crucigramas
Adrián,10.30 de la noche
Las oficinas de su campaña están
ubicadas justo en el centro de la ciudad. No escogió un lujoso local en una
torre de edificios como lo hizo el resto de sus contendientes, sino una casa
habitación pequeña, un nivel, semi amueblada, común y corriente en una colonia
más o menos bien. Reja eléctrica, cubierta, altos muros para protección, para
ocultar lo que no debe estar a la vista de curiosos. El hombre apura el paso
hasta llegar al dormitorio. Una cama doble, mesillas de noche a cada lado de la
misma, tocador con espejo y un closet son el único mobiliario disponible. No
necesita más. Se quita el saco arrojándolo sobre la cama, se afloja el nudo de
la corbata y se tira de espaldas. Que delicia, al fin en casa. ¿En casa? Bueno,
no exactamente, pero le gusta la tranquilidad que ahí siente. El dolor de
cabeza continúa, no le importa quedarse dormido aunque su esposa lo esté
esperando para celebrar su triunfo. Una voz le susurra al oído.
Alguna vez dijiste que me poseerías tan fuerte que
mi cuerpo quedaría hecho polvo. "Quiero probar el néctar de placer de que estás
llena, lo beberé despacio, hasta que no te quede ni una gota". Y terminé
tan adolorida que tuve que bañarme con agua caliente a pesar del calor que
hacía.
Semidormido, Adrián siente un
escalofrío recorrer su cuerpo. Claro que recuerda esas palabras, se las dijo
hace muchos años a una mujer. Se despierta seguro que se trata de un sueño.
Unas hojas están dispuestas en orden sobre la cama, los mensajes son claros.
Mirthala
La puerta se abre
para dejar entrar una corriente de aire helado en la casa, cerrándose luego de
manera violenta, despierto sobresaltada. Miro hacia el ventanal y me percato
que ha caído la noche. Dejé las cortinas corridas y no me gusta ver la
negrura que se extiende sobre el jardín. Las sombras de los árboles bajo la luz
de la luna se agitan en una danza que se antoja siniestra. La oscuridad siempre
me ha causado temor, siento que algo acecha cuando la luz se ausenta, y no es
algo o alguien bueno. Con el miedo a flor de piel me acerco a la ventana. Ah!! Dejo escapar un grito. Justo cuando acerco el rostro a la ventana
para mirar, el viento azota con violencia una rama contra el vidrio, como una
bofetada que va dirigida a mí. Susto mayúsculo. Mis temblorosas manos tironean
fuertemente de la tela hasta que la ventana queda cubierta por completo. Si los
elementos de la naturaleza tienen sentimientos, juro sin equivocarme que el
viento está furioso, rugiendo como león en su faceta más destructiva. ¿Tormenta
eléctrica en invierno? Un rayo ilumina la estancia y una sombra se dibuja en la
ventana. Alguien merodea por el jardín. Un frío más sobrenatural que físico se
apodera de mí. La temperatura de la habitación ha descendido. El intenso e
inesperado sonido como de una explosión se escucha y la noche se oscurece aún
más. Debió de reventarse el transformador que alimenta de energía eléctrica
esta calle. Mis ojos se van adaptando a la oscuridad, camino hacia el comedor
para encender las velas, me felicito por ser tan práctica, siempre tengo velas
y fósforos a la mano, una nunca sabe si los necesitará… un aire helado se deja
sentir, estoy segura que corrí el cerrojo en todas las ventanas y puertas de la
casa. Las velas se apagaron. La cerradura de la puerta se escucha girar, ya
llegó Adrián, aunque no escuché el motor de su auto. Bueno, bueno, ya está aquí, es lo importante. ¿Adrián? Lo
llamo pero no responde. No es gracioso en este momento jugar a las escondidas,
se fue la luz y estoy asustada. Solo el silencio responde. Enciendo de nuevo
las velas y voy camino al living. Un golpe seco y el ruido de un cristal al
romperse activan mi paranoia. Hay alguien en casa, el primer y único
pensamiento que cruza por mi mente. Imposible, imposible, imposible, me repito
varias veces tratando de convencerme de ello. Con
miedo y precaución, y con la poquísima luz que desprenden las velas, busco el origen del ruido y encuentro que se
desprendió de la pared del living un cuadro barato
que adquirió Adrián a un pintor amigo suyo. Una adolescente desaliñada, dando la
impresión de alejarse a toda prisa. Nunca me ha gustado esa pintura, siento una
nostalgia que no sé explicar. Dejo el candelabro sobre la mesilla de centro, no
sea que en mi estado de nervios se me caiga de las manos y ocasione un
incendio. Vuelvo a su lugar la pintura y un pequeño recorte se desliza al
suelo. ¡Qué rayos! Tomo el recorte y me doy cuenta que es una fotografía, al
verla de cerca mi garganta deja escapar un chillido de terror y de nuevo la
arrojo al piso como si fuera una serpiente venenosa a punto de morderme. Es
ella, esa maldita cara no la he podido olvidar a pesar de que han pasado muchos
años de eso... la pisoteo con furia, mientras le hablo a la imagen inerte que
me mira burlona: no tienes nada que buscar en mi casa, Adrián y yo hemos hecho
nuestra vida juntos, tú nunca tuviste cabida en ella. ¡Así que te vas de nuevo
a las llamas del infierno! Mi coraje venció al miedo, tomé la foto y acerqué
ese odiado rostro a mis velas para verlo consumirse al fuego. Contemplo como
esa falsa inocencia queda reducida a polvo. Las cenizas van cayendo sobre el
piso inmaculadamente blanco. ¡Maldito Adrián! Las lágrimas corren sin control
bañando mi cara, ni aún muerta ha podido desprenderse de su recuerdo, la prueba
es esa foto, guardada celosamente. En las semanas previas te notaba ausente,
distraído, lo atribuí a la tensión por las elecciones. Ahora sé que ella
ocupaba tus pensamientos. Pasos a mi espalda, apenas
perceptibles. Los siento más que escucharlos. Unas manos se posan con fuerza sobre mis hombros. Me vuelvo para
encarar a Adrián, pero otro chillido de terror y angustia escapa de mi garganta
al ver frente a mí el rostro de aquella mujer.
Continuará...
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