Por si te sirve de algo...
Resonaban en sus
oídos las palabras de aquella mujer. “Por si te sirve de algo”. Ahora la vida se
muestra generosa con él; acaban de regalarle la llave maestra para abrir la
puerta que desde tiempo atrás se encuentra atrancada.
Está nervioso, debe calmarse, no sea que a la hora de negociar,
las palabras se le adhieran a la lengua y su dificultad en escupirlas eche a
perder el efecto deseado.
Enciende el quinto cigarrillo, ¿o acaso es el sexto?
Ya perdió la cuenta, los nervios se han instalado en su estómago en forma de
hambre, paradójicamente al comer, el bocado atraviesa su garganta con
dificultad. Observa el pequeño paquete descansar sobre su escritorio.
Desconoce quién es la mujer. Casualmente se cruzó con
ella a la entrada del campus universitario. Tantos estudiantes a quien miras a
diario pero no sabes sus nombres y demasiados rostros para guardarlos todos en
la memoria. Movimiento calculado con frialdad. Ella sí que lo conoce. O al
menos sabe quién es. Caminaba por los pasillos, rodeado de estudiantes, y justo
al llegar a su cubículo, una mujer con gafas de sol y el cabello largo con mechas
rubias y rojizas, intencionalmente se topó de frente con él, con un movimiento
rápido antes de que él pudiese protestar, le coloca sobre el estómago una
carpeta amarilla tamaño carta, envuelta
en celofán transparente. Por inercia él la toma, sorprendido, le escucha decir
“por si te sirve de algo”. Reacciona tarde, la mujer se ha perdido entre el
resto de los estudiantes.
Continuará...
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