Errores de Juventud


El rostro hermoso y cándido de Elida aparece frente a sus ojos. La maldad con cara de inocencia. La serpiente. Maldita serpiente.
Elida, Elida, ¿cómo olvidarte, cómo?
Elida era la hija de sus vecinos, tres años mayor que él. Una chica escuálida, de piel muy blanca, lechosa, ojos grandes y de un color verde casi transparente. Con una muy marcada ausencia de atributos físicos, motivo que no le impide acosar sexualmente a Chris. Cuenta el niño con 12 años y Elida ya se perfila como una excelente aprendiz de modelo de lencería y acompañante de cama. Chris estaba ese día, como muchos otros, en el cuarto abandonado, leyendo una de sus historietas favoritas al momento que alguien, por la espalda, le cubre los ojos. El susto es mayúsculo.
Tranquilo Chris, –el tono hipócritamente dulzón de la jovencita le cae a Chris como un golpe en el estómago. Decididamente, no la soporta.- Soy yo, Elida.
Al verse libre de las huesudas y frías manos, el chico camina hacia la puerta.
-Elida, no debes estar aquí, mis papás no están en casa y me han dicho que no deje pasar a nadie si ellos no están presentes. ¿Cómo entraste?
La mocosa insolente se interpone en la puerta impidiéndole salir. Utiliza una silla desvencijada como herramienta para que la puerta no sea abierta desde afuera. El pulso de Chris comienza a acelerarse. Suda.
-Elida, salgamos de aquí. En tu casa deben andar buscándote…
Un manotazo de la joven en el pecho de Chris provoca que éste retroceda y pierda el equilibrio cayendo de nalgas al piso. Paralizado, demudado por la sorpresa, viendo a su compañera entre asustado y embelesado como la cínica se va quitando prenda por prenda hasta quedar en la desnudez total. Acomoda su larga y negra cabellera entre el hueco de su cuello y hombro. Chris nunca antes vio una mujer desnuda, mucho menos tenerla cerca, por lo que no sabe si reír, estar contento o llorar del susto. Elida se acerca a él con paso lento y se posa a un costado, el joven reacciona e intenta levantarse, más el frío pie de la chamaca en su pecho lo vuelve al suelo. Con natural habilidad se monta sobre él y con movimientos rápidos y precisos le desabotona la camisa, el pantalón y le baja los bóxer. Un calor invade el rostro de Chris, se siente avergonzado e intenta de nuevo desprender de su cuerpo aquella serpiente que se le enreda con insistencia para engullirlo. La serpiente toma las masculinas y pequeñas manos y las coloca sobre sus escasos senos. Chris las retira al instante, la chamaca las coloca otra vez sobre sus pechos, esta vez frotándolos con suavidad. Enseñándolo. Guiándolo.
Disfrútalo Chris, -al ver la mirada perpleja y el miedo del chiquillo, entiende.- ¿Nunca has tocados unos, verdad? –una carcajada que hiere los oídos de Chris rompe el silencio.- Para los hombres es una delicia tocar y lamer las tetas de una mujer. ¿A ti no te gusta?
Sin esperar respuesta, acaricia con las yemas de los dedos las tetillas de Chris, besa, lame, muerde. Una oleada de sensaciones placenteras se apodera de él. Los labios de Elida pasean por su estómago hasta llegar al punto de vida. Siente las manos frías y huesudas separar sus piernas, acariciar sus puntos íntimos mientras que con su boca humedece su virilidad una y otra vez. Siente explotar por dentro. Se agita. Grita. Luego de unos minutos de locura respira tranquilo. Ahora Elida se encuentra tendida sobre él. Posa las tetas sobre su boca.
Bésalas. –ordena en un susurro. El chiquillo está aturdido aún, mirando a Elida pero no pronuncia palabra ni emite movimiento alguno.- Bésalas, te están esperando. –nada. Las acerca al rostro de Chris a tal grado que lo obliga a separar los labios.- Muy bien pequeño, ahora frótalas con la lengua. ¡Ahh! –siente una ligerísima succión- Muerde el pezón, Chris. Muérdelo con fuerza. ¡Ahh! ¡Ahh!
Chris comenzaba a tomarle el gusto a ese juego corporal cuando escucha la voz de Christian, su padre, llamarlo.
-Chris, hijo, ya estamos de vuelta.
No hubo respuesta. Los muchachos guardan silencio. La voz de papá se escucha cada vez más cercana. La puerta es zarandeada intentando abrirla, la silla que fue usada como candado ha cedido a los empujones. Los pedazos se esparcen por el suelo. Chris se incorpora, pero la serpiente lo toma de la mano y lo jala hacia ella. Segundos antes que Christian padre logre cruzar el umbral de la puerta, Chris, desconcertado, escucha los chillidos de Elida.
-¡Chris, por favor, no me obligues a hacer algo que no quiero! ¡Por favor, no!
El muchachito no cree lo que escucha. Christian padre enmudece ante el bochornoso espectáculo. Con voz tranquila ordena a su hijo.
-Christian, vístete. Te espero en casa. Y tú niñita, vístete y vete. Mi esposa y yo tendremos una plática nada agradable con tu padre.

Continuará…

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