Bienvenida a la realidad
Por
fin llega a casa. Le molesta que su opinión sea objeto de debate. Y es que esa
tarde fue a visitar a su amiga Azucena, y los comentarios llegaron a un punto
álgido, que casi salieron de pleito.
-Que
inaguantable puede ser a veces Azucena. Mucho nombre de flor pero en vez de
perfume destila veneno. Los demás no somos culpables de que a ella le vaya mal
en el amor. Y como no le va a ir de la patada, si ella es la que toma la
iniciativa de invitar a salir a los hombres. Ya parece que la van a tomar en
serio, se les debe hacer más facilona que la tabla del uno. Azucenita, ubícate.
El amor siempre será el amor, aquí o en China. Las películas y las novelas de
amor reflejan nuestra realidad. Bueno, digo de la mía, la tuya quien sabe…
Catarina
se tira sobre su cama, está cansada y le duele la cabeza. Abre el cajón de su
buró y saca la novela rosa que tiene a medio leer. Sonríe.
-¡Ay,
que romántico! Ojalá un hombre se enamorara así de mí: a primera vista. ¡Ahh!
Azucena
casi se orina de la risa al recordar la cara de zombi lela de Catarina, su
amiga desde que cursaban la secundaria.
-De
veras que con esa Catarina uno no sabe a que atenerse. Siempre volando por los
aires, como el diminuto mosquito que lleva su nombre. ¡Ja, ja, ja! Que aunque
de figura tierna, graciosa y de alegres colores, no deja de ser un mosquito.
¡Ay! Me miraba con ojos muy abiertos, como de plato; su piel blanca se tornó
roja de pronto, ignoro si por coraje o por vergüenza. ¡Ja, ja, ja!
Se
imagina de nuevo a Catarina, con esos cabellos cortos y grifos, que parecen ser
víctimas de una permanente mal hecha, padece de vitíligo y para disimularlo
utiliza un maquillaje líquido tono rosado en el rostro, lo que da la impresión
de traerlo polvoriento. Sus dientes están separados e inclinados hacia
adelante, tiene el frenillo corto y pegado bajo la lengua, lo que imposibilita
que su habla sea clara y entendible. ¡Ja, ja, ja! La risa resurge en Azucena al
recordar que Angelina, su hermana menor, creyó durante mucho tiempo que Cata
padecía síndrome Down o algo por el estilo. Vuelve a recordar la conversación
con Catarina unas horas atrás.
-Zuce,
ayer fui al cine a ver la película
“Diario de una Geisha”. Que romántico final tiene.
Azucena
la miró como queriendo decirle ¿What? Catarina lanza por respuesta una risita
tonta.
-El
chico se enamora de la geisha, pero va a casarse con su prometida. Le dice (a
la geisha) que ella ocupa un lugar especial en su corazón y que siempre la va a
querer. –suspiro- ¡Ay, que romántico!
Azucena,
aún y con su expresión facial de ¿What? Escupe su veneno de alacrán.
-Yo
no le encuentro lo romántico, -enfatiza burlonamente la última palabra- por
ningún lado. –Catarina la observa, desvaneciéndosele la sonrisa- si nos ponemos
en los zapatos de la geisha, -mira a Cata- te hablo en sentido figurado,
literal. ¿Si entiendes, verdad? Bueno. ¿dime de que fregados me serviría estar
en el corazón de un hombre si no lo voy
a tener conmigo, no podré contar con su compañía, con su apoyo, y mucho menos
me exhibirá orgullosamente como su esposa ante la sociedad? Y que decir del
aspecto económico. –Cata parece haber entrado en un trance somnoliento, apenas
si emite movimiento alguno.- Y ahora, si nos cambiamos a los zapatos de la
novia, las circunstancias me gustan menos. –vuelve su mirada a Cata para ver si
desea replicar su punto de vista, más prosigue al darse cuenta que no.- No me
agradaría en lo absoluto que una puttana venga a echar a la basura todo mi
trabajo con el hombre que escogí para compartir mi vida.
-Es
una geisha Azucena, no una put… eso que dijiste.
-Geisha
es en oriente lo que aquí llamamos prostitutas, arrabaleras, mujeres de la vida
alegre. La palabra que mencioné es de idioma italiano y significa lo mismo que
en nuestra cultura. La profesión es la de encueratriz y el objetivo romper
noviazgos o matrimonios para satisfacer no tanto su hambre, sino su flojera.
Ahora que ya analizamos ambos roles protagónicos, dime donde se encuentra lo
romántico, porque yo no lo vi.
Catarina,
muy seria, solo atina a decir monosílabos.
-No…pues…este…
-¡Ja,
ja, ja! Respuesta correcta Catarina. No. Deja de volar por los aires, animalito
gracioso pero carente de cerebro. Pon las patas, perdón, pies, en la tierra. El
mundo no es color de rosa como lo quieres ver tú, yo soy real y realista
también. Así me evito mayores contratiempos.
Estuvo
días sin hablarle a Azucena, una tarde que estaba aburrida sale a tomar un café
a un céntrico restaurante familiar. Por la amplia vidriera del establecimiento
alcanza a ver un hombre al que conoce demasiado bien, lleva abrazada a una
joven a quien se come a vulgares besos. La tipa, escasa de ropa, ríe y se deja
querer. Sorpresa mayúscula al verlos entrar al restaurante, y como burla del
destino se sentaron justo a su espalda. El hombre no repara en su presencia.
Durante un rato el masculino ejemplar y su amiguita bromean, hablan de cosas
sin importancia, hasta que la conversación adquiere un matiz de seriedad.
-Gabriel,
ya es tiempo que sepa yo por qué cortaste de pronto nuestra relación. Sé que es
duro hablar de ello a estas alturas, pero necesito saber…
Gabriel
suspira. Silencio prolongado.
-Por
dinero. –escupe la respuesta con su acostumbrada frialdad, la tipa lo mira sin
decir palabra- Mayela, te amé en su momento y aún tengo un cariño muy fuerte y
especial hacia ti, pero yo tenía ambiciones que no podría cumplir a tu lado. Y
Marbella reunía los requisitos que en esos ayeres yo necesitaba: bella, hija de
una familia conservadora, de buena posición económica y social. Nunca la he
amado, más es una excelente esposa y madre, aunque como mujer nunca me he
sentido sexualmente satisfecho. Para eso has llegado de nuevo tú, -le acaricia
la mejilla- contigo tengo a la mejor puta que haya conocido. No necesito
ninguna otra.
Catarina
no termina de llevarse a los labios la taza de café. Los comentarios de su
cuñado Gabriel le irritan, literalmente le provocan asco.
-Maldito
embustero. –da el trago al líquido, que ahora ya está frío. - Y pensar que mi
hermana se levanta el cuello presumiéndonos que tiene un marido de lujo, cuando
en realidad no vale ni diez centavos. Pobre Marbella. Estoy segura que ni se
imagina que su adorado Gabriel le pone los cuernos con una ex novia a la que sí
ama y que es su puta favorita. ¡Que viles pueden ser los hombres a veces!
-¡Ja,
ja, ja! ¿Creíste que no lo sabía? –fue la respuesta que Marbella le dio a
Catarina cuando ésta la pone en conocimiento del desliz de Gabriel- ¿En que
mundo vives Caty? Sí, Gabriel andaba de novio con esa Mayela cuando lo conocí,
supe lo ambicioso que es, y también supe lo conformista que es esa mujercita.
Me aproveché de eso y me interpuse en su relación. Logré que al fin Gabriel se
decidiera a casarse conmigo. Pobre, en verdad amaba a esa infeliz, pero le sedujo
más la idea de que “poderoso caballero es Don Dinero”.
Catarina
y su cara de zombi lela. Con esos cabellos cortos y grifos. Mirando con ojos
muy abiertos, como de plato. Catarina, quien parece padecer síndrome Down o algo
por el estilo.
Regresa
a casa triste, ahora siente y entiende que la vida es asquerosa. No hay nada de
verdad en ella. Basura encubierta, olor pútrido disfrazado con aroma de familia
perfecta, decencia y poder. No puede confiarse en la gente ni aún en la que una
más quiere. Saca del cajoncito de su buró las novelas rosa que tanto le gusta
leer y les arranca página por página. No volverá a leerlas en lo que le reste
de vida.
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios son bien recibidos. Nos leemos pronto!!!