Como duele caer
Osvaldo
Alguien
reía escandalosamente dentro de la oficina, obviamente tenía motivos para estar
de buen humor. Esa risa le hace volver a la realidad. A sus espaldas una
conocida voz masculina pronuncia su nombre, vuelve la mirada y ve a Osvaldo Ferrel,
su amigo personal y representante legal de la empresa.
-Menos
mal que no te has marchado, me hice acreedor a una buena infracción por rebasar
el límite de velocidad, pero debía alcanzarte, -trae consigo un folder celeste,
pero aún así con cortesía le quita la caja de las manos y camina rumbo a sus
oficinas, Virginia lo sigue en silencio.- necesitamos aclarar algunos puntos.
La
chica advierte que son blanco de las miradas curiosas. Oz, como afectuosamente
le llama, es un hombre en mitad de la treintena, buen gusto en el vestir,
siempre de impecable traje y ultra perfumado; Virginia muchas veces se preguntó
cuanto tiempo le duraría un frasco de perfume, no mucho a juzgar por la
cantidad diaria que usaba. El cabello engomado y peinado hacia atrás le otorga
cierto parecido con el detective Mike Logan de la serie televisiva Law &
Order. Abogado en pleno ejercicio de su profesión, es considerado por Virginia
toda una joya, el partido perfecto que cualquier mujer desea llevarse con ella.
La mayor parte de esas miradas son femeninas, y Virginia sabe que van dirigidas
a Oz, quien como todo hombre inteligente se siente halagado por aquéllas y las
agradece en silencio, pero no posa sus ojos en ninguna.
Una
vez en el reducido espacio que Oz tiene asignado como oficina, solo un
descascarillado mueble para computadora y una silla secretarial son su equipo
de trabajo, una silla plegable es usada como silla de visita; coloca las
pertenencias de su amiga y su folder celeste en un pequeñito sofá, al lado del
cual una mesilla, también plegable, soporta una cafetera, paquetes de café,
platos, tazas, cucharillas, servilletas.
En
cuestión de segundos, Oz salió para lavar el vaso de la cafetera y traerlo
lleno de agua, la cual vació en el depósito del aparato, cambió el filtro con
los residuos del día anterior, colocando uno nuevo en la canastilla y dejó caer
en éste el polvo de café, azúcar y canela. El exquisito aroma de inmediato
invade el ambiente. Oz sirve dos tazas, entrega a Virginia la suya, quien se
sienta en el único lugar que se encuentra disponible y bebe ansiosa un trago de
la reconfortante mezcla. Lo necesitaba. El abogado cerró la puerta asegurándola
por dentro. Toma asiento frente a su amiga, mirándola en silencio.
-¿Qué
sucede, Oz?- su mirada le provoca inquietud, presiente que algo no anda bien-
No creo haber hecho algo para merecer este despido tan humillante…
Con
un tono de regaño de hermano mayor, Oz contesta:
-Yo
espero que tú puedas explicarlo Virginia. Dentro de una hora tengo una
audiencia importantísima de un caso de
homicidio, y tuve que buscar de último minuto al compañero que me cubrirá
porque anoche me llamó tu jefe para decirme que programara tu renuncia con
carácter de urgente. RE-NUN-CIA. ¿Entiendes lo que te digo? Te “salen” de la
compañía luego de casi siete años de servicio, te echan sin ninguna
consideración, y peor aún, sin un peso de los muchos a los que tienes derecho a
recibir. –su voz deja notar la indignación que siente- Anoche mismo te estuve
llamando, pero el teléfono todo el tiempo dio tono de ocupado…
-Lo
desconecté, no tenía humor de hablar con nadie, ¿sabes? Eugenio se marchó sin
decir nada. Ayer que llegué sus cosas no estaban, fui a buscarlo a su
departamento y me dijeron que hace varios días fue a sacar sus pertenencias. De
hecho la casa está en renta. Me siento terriblemente mal, y ahora al llegar me
encuentro con esto…
La
imaginación de Oz trabaja a ritmo vertiginoso. En su mente comienza a armar el
rompecabezas, todas las piezas van tomando su lugar. Con suavidad añadió:
-Eres
mi amiga, yo estoy como apoyo externo de esta compañía gracias a ti. Mis demás
asuntos pueden ser cubiertos por otro abogado, pero no voy a dejar tu problema
en manos de otra persona. Me conoces, soy un tipo realista a quien le gusta
decir las cosas como son, y créeme cuando te digo que este problema no tiene una
solución favorable a tus intereses.
Se
levanta y toma del sofá pequeñito su folder color celeste, se lo tiende a
Virginia, quien dudando, lo toma.
-No
es necesario saber de leyes para entender su contenido. Léelo con detenimiento.
La
perplejidad invadió el rostro de Virginia, dentro de aquel torbellino de
acontecimientos inesperados, con ironía compara su cerebro con el engranaje de
un reloj que se encuentra trabado, como se dice vulgarmente, no camina ni para adelante
ni para atrás. La situación era complicada.
-Eugenio,
Eugenio. Todo tu mundo lo conforma él. Y ahora resulta ser tu verdugo, todo un
pájaro de cuenta el señor…
Virginia
levantó la vista hacia Oz, ignorando el comentario.
-Eugenio
demandó a esta empresa alegando un despido injustificado…debe estar loco, él
nunca laboró aquí, nadie lo conoce, ni siquiera de nombre…
Oz
le hizo una señal para que continuara. A la mujer se le puso la piel de gallina
al ver que entre los documentos está la constancia de trabajo que ella le
entregó días antes.
-No
puede ser, es la constancia que me pidió, asegurándome que la necesitaba para
entregarla al banco. Yo nunca imaginé que ocasionaría un problema grave.
-Vik,
soy tu amigo y a veces asumo el rol de tu abogado personal. Me gustaría saber
por que no me consultaste antes. Pudimos evitar todo este embrollo poniéndote
al tanto de cada uno de los riesgos que con seguridad ibas a enfrentar en caso
de que algo saliera mal.
Le
devuelve los documentos a Oz.
-En
realidad…nunca imaginé que me vería envuelta en un asunto tan desagradable como
éste. Confié en él, me sentí con el deber moral de apoyarlo para que realizara
su sueño. Es lo menos que podía hacer por el hombre con quien quise formar una
familia.
La
tristeza en su voz era muy notoria. Estuvo a punto de quebrarse, más el orgullo
se lo impidió. Una mujer valiente y fuerte no se permite llorar, y una mujer
inteligente aprende de sus errores. Las tres cualidades estaban reunidas en
ella. La vida le cobraba el precio por haberse equivocado. Pagaría la factura.
-Estoy
de acuerdo en renunciar, pero en cuanto a Eugenio, ¿Qué pasará con él?
Osvaldo
permaneció en silencio unos segundos.
-Buscaré
la manera de desvirtuar esa demanda, aunque esta carta es una evidencia de
mucho peso, y me enfrento a un colega cuya forma de trabajar no es nada ética.
Si él gana, se le entregará la indemnización a la que tiene “derecho”, por eso
tú vas a renunciar. Tu jefe no está dispuesto a pagar a dos personas, dado que
es demasiado dinero el que desembolsaría y bien sabes que ahorita la empresa
pasa por momentos difíciles en cuanto a liquidez se refiere. Además, es
doloroso decir esto, pero ya perdió la confianza en ti.
La
mirada de Virginia se humedeció. Oz temía que se soltara a llorar.
Pese
a los esfuerzos de Osvaldo por demostrar la falsedad en las acusaciones de
Eugenio, los tribunales del trabajo fallaron a favor de éste. Se le hizo
entrega de una muy jugosa suma que le permitiría gozar de una buena vida
durante algunos meses.
Continuará...
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