Como duele caer
Keno
Fue
una calurosa noche de viernes. Entre cervezas heladas y karaoke, Virginia y sus
otras dos amigas, Rosario y Mireya, recibían el fin de semana. Durante un
momento en que se quedó sola, un tipo alto, rubio, bien vestido y de refinados
modales se sentó a su mesa. Como no tenía previsto aquel acontecimiento, no
tuvo tiempo para dar una negativa.
-Disculpa,
estoy acompañada, mis amigas fueron al tocador…
-Sí,
lo sé, -contesta despreocupado el hombre- las he observado desde que llegaron.
Por cierto, no lo tomes de manera malintencionada, pero tu eres la nota que
desentona en el trío. –la joven lo mira con gesto de molestia, por lo que se
apresura a decir- Me refiero a que te ves culta, educada, vistes bien, ellas en
cambio…-buscó la palabra que pareciera correcta para no volver a molestar a su
apenas recién conocida amiga- son diferentes. En sentido opuesto.
Al
principio aquel comentario le cayó mal, pero acostumbrada a ver las cosas desde
diferentes ángulos, entendió lo que el hombre quiso decir. Rosario y Mireya
eran sus amigas desde hacía muchísimos años, pero en un momento de enojo hacia
ellas, reconoció que entre las tres existen pocas cosas en común. Esas dos
pertenecían al grupo de las comodinas, quienes desean obtener las cosas sin
esfuerzo, solo con extender la mano y tomarlas. Ambas deseaban “amarrarse” un
hombre que fuera su salvación económica, por eso salían al bar cada fin de
semana. Las palabras del apuesto desconocido elevaron su orgullo y su
autoestima. Se sintió cómoda al lado de ese hombre, pues reconoció su valía
como persona. Aún así, no permitió que la adulación nublara su sentido común.
Era un hombre al que apenas conocía. No iba a confiar al cien por ciento en
él.
Las
amigas llegaron. Virginia notó de inmediato en sus rostros el gesto de “una de
nosotras ya amarró yate”. Eso la molestó. En vez que el desconocido mostrara
deseos de marcharse, se extendió la plática de una manera agradable. Rosario y
Mireya optaron por dejarla sola con su nuevo amigo., quien trató de convencer a
Virginia de llevarla a su casa, pero la joven no dio marcha atrás en su
negativa.
Ella
siempre tan fría, calculando los riesgos de tal o cual pensamiento o
movimiento, ahora se encontraba atrapada entre la razón y el sentimiento. En el
cerebro tatuó sus prioridades en la vida y el camino a seguir para
conseguirlas; mientras que su corazón, su soledad o como se llamara aquella
necesidad, iba ganando la batalla de forma inexorable. No podía apartar de su
mente aquel rostro risueño, ni la risa melodiosa, que en un momento de
nostalgia romántica, comparó con el ruido del agua de una fuente al caer. Esa
risa quedó grabada en sus oídos.
Aunque
pareciera debilidad, se dio a la tarea de recapitular su vida.
Se
convirtió en adulta desde los 6 o 7 años, a decir verdad, no supo en que
momento de su niñez comenzó a pensar y a actuar como una mujer de 30. Muy
estudiosa y responsable, siempre obteniendo las mas altas calificaciones y
reconocimientos. Se esforzó por dar su mejor esfuerzo en cada empleo que
desempeñaba, y decidió convertirse en una empresaria del ramo de la belleza y
los cosméticos. Todo lo consiguió, o bueno, casi todo. Tenía planes de que ese
fuera su último empleo. Acondicionó un espacio de su casa y en sus ratos libres
desarrollaba su profesión como estilista. Comenzaba a darse a conocer.
Más
en cambio su vida personal estaba vacía, semejante a un cuaderno en blanco que
traía de un lado a otro, sin encontrarle lugar fijo. La última relación
sentimental seria que tuvo, llegó a su fin cinco años atrás. Pretendientes no
le faltaban, pero escogía a la persona con quien tuviera objetivos e intereses
en común. No estaba dispuesta a regalar a cualquier “don nadie” lo que tanto
trabajo le hubo costado. Un hombre que se ajustara a sus requisitos era difícil
de encontrar. La vida le puso enfrente a Eugenio, y no dejaría ir la
oportunidad de conocerlo.
-Respecto
a lo material ya tengo todo lo que necesito; ahora es tiempo de pensar en mí
como persona, no quiero vivir en soledad. Ya tengo 37 años y debo enfocar mis
esfuerzos en la perspectiva de formar hogar y una familia. Si Eugenio y yo
llegamos hasta ese punto, entonces ya habré completado los dos planos de mi
vida.
La
relación con Keno avanzó con cautela. A pesar de que estaba enamorada hasta los
huesos, no quería apresurar las cosas. Meses después, cuando Keno le propuso
tener intimidad, ella se negó. Temía perderlo, pensó mejor las cosas y dejó su
castidad de lado. Al cabo de varias semanas ya vivían juntos; Keno se mudo a
vivir a casa de Virginia.
Transcurridas
las primeras semanas, Virginia notó a su Keno pensativo, hasta molesto quizá,
se preguntó en silencio cual sería el motivo de su conducta. Acostumbrada a
“tomar al toro por los cuernos”, una noche lo enfrentó durante la cena.
-Cosas
de negocios que al final tiene solución, no te preocupes.
El
tono amable de la contestación de Keno sorprendió a Virginia, ya que por
comentarios ajenos se enteró de que en situaciones de esa índole, por lo
regular el hombre perdía los estribos y se tornaba violento, haciéndose más
grande el problema en vez de resolverse.
-Si
te puedo ayudar en algo no dudes en pedirlo, sabes que cuentas conmigo en todo
momento. –con ternura tomó la mano de su compañero entre las suyas.
La
serenidad invadió el rostro de Keno. Un silencio angustiante se instaló en la
habitación antes de que aquel pronunciara palabra.
-Lo
que menos deseo es darte preocupaciones, -dudaba en continuar con su historia-
en fin, voy a decírtelo. –Keno fijó la mirada en el plato de comida, el cual
estaba intacto- me gustaría que pudieras ayudarme a resolver esto, pero no sé
si podrás hacerlo.
-Me
estás asustando Eugenio, ¿qué tan grave puede ser el problema para que te
preocupe a este grado?
Eugenio
dio un trago largo de agua. Luego de varios segundos dijo:
-¿Recuerdas
que hablamos hace tiempo de que ofrecería mis servicios como contador
independiente? –Virginia y Keno compartían la misma carrera profesional, con la
diferencia de que el hombre trabajaba de manera irregular por su cuenta, y
ahora planeaba instalar un despacho para regularizar aquella situación.
–Solicité un préstamo bancario pero me fue negado. Me exigen les presente una
constancia de mi actual trabajo, donde se especifique el puesto que ocupo y el
salario percibido. Es para cumplir con las políticas del banco, tu sabes…
Virginia
comprendió que se encontraba en una encrucijada, quiere ayudar a Eugenio, sabe
que la unión de una pareja va mucha más allá del plano sexual; significa ayuda
mutua y apoyo, pero al mismo tiempo está consiente de que ayudarlo puede
ocasionar que ella pierda su trabajo.
-Pienso
que debe existir otra forma para que te otorguen el préstamo; podemos utilizar
la influencia de personas conocidas o…
-Eso
olvídalo, en momentos como éste no existen personas de confianza que pongan las
manos al fuego por mí, y dudo que tú opines lo contrario.
Ignorando
el último comentario. Virginia prosiguió.
-Otra
opción es que podemos sacar el préstamo a mi nombre y lo vamos pagando con mi
sueldo, digo, mientras el despacho se da a conocer y comienza a dejarnos
dividendos. Entonces me devuelves el dinero.
La
palabra “dejarnos” no fue del agrado de Eugenio, lo “suyo” era suyo y no lo
compartía con nadie. Además, tampoco le gustaba la idea de depender de una
mujer, ya que significaba que ella tendría el derecho de inmiscuirse en sus
asuntos. No. Eso no lo permitiría de ninguna manera.
-La
idea es buena, pero no apropiada. Considero injusto que pagues por algo que
nada tiene que ver contigo. Venderá el auto, la computadora, haré lo que haga
falta para hacerme del dinero.
El
tono lastimero de Keno le partió el corazón a Virginia. En verdad quería
ayudarlo, pero necesitaba encontrar la forma de hacerlo sin ponerse ella en
riesgo.
-Prometo
ver que puedo lograr, aunque sin garantizar nada Eugenio.
Una
enorme sonrisa de satisfacción se dibujó en el rostro de Eugenio, se levantó se
la silla para abrazar a su mujer efusivamente.
-Gracias
amor. Sé que puedo confiar en ti y no me vas a defraudar.
Eugenio
transformó la habitación de huéspedes de su ahora departamento de soltero en un
despacho contable. Éste consistió solo en un escritorio, dos sillas de visita,
un librero pequeño y el equipo de cómputo. Apenas si se notaba la presencia de
un frigo bar. Esa tarde recibió la visita de un buen amigo suyo, Romeo Santi.
-Romy,
-con un gusto que suena fingido, Keno recibe al tipo- no te esperaba. Pasa por
favor.
-Ya
me conoces amigo. Soy especialista en llegar cuando no se me espera.
Romeo
Santi era amiguísimo de Eugenio, se conocieron años atrás mientras trabajaron
como notificadores de la secretaría de impuestos, esto para poder costearse los
estudios. Romeo se inclinó hacia el lado de las leyes, pero en el camino algo torció
sus esquemas. En la actualidad su nombre era uno de los más conocidos entre sus
colegas, así como también sus oscuras tácticas para obtener sentencias
favorables a sus intereses. Gozaba de buenas relaciones con servidores públicos
lo mismo que con políticos. Esto representaba poder, y seguridad económica, por
supuesto.
Después
del afectuoso intercambio de abrazos y palmadas, pasaron al despachito. Keno
extrajo del frigo bar dos cervezas, le dio la suya a Romeo, y éste le hizo
entrega de unos documentos a Eugenio, quien los leyó con detenimiento.
-Excelente,
ya solo falta la constancia de trabajo que Virginia va a conseguir… y el
negocio es nuestro.
Las
risas de los dos hombres rompieron la solemnidad del ambiente. A continuación
se escucha el tenue ruido del vidrio cuando choca entre sí.
-Salud.
-Salud.
Durante
varios días, Virginia le sacó la vuelta al asunto de la constancia, pero no
podría retrasarlo por más tiempo. Enemiga de las cosas hechas al margen de la
ley, por lo que antes nunca hizo algo parecido aún cuando significara un
beneficio para ella. Más ahora era distinto, ya que estaba en juego la
estabilidad económica del hombre a quien amaba.
La
redacción de la carta estaba lista, la imprimió en una hoja con el membrete de
la empresa, lo más difícil estaba por venir: la firma del representante legal
de la empresa; pero como era un documento para uso personal, la firmaría ella
en su calidad de contador general. Por regla, casi en toda compañía ser el
contador era sinónimo de ser el jefe de recursos humanos. Era solo un requisito
que debían cumplir con la institución bancaria, las llamadas para confirmar la
información llegarían directo a su teléfono. Nadie sabría de ese asunto, no
tendría por qué suscitarse problema alguno.
Dobló
con cuidado la carta, la puso dentro de un sobre y la guardó en su bolso.
Esa
tarde llegaría a su destino: las manos de Keno.
Keno
terminaba de empacar las cosas que se llevaría de su departamento, solo su ropa
y objetos personales. Una maleta ya estaba lista. El sonido del teléfono lo
interrumpió, observó el identificador antes de contestar, estaba en espera de
una llamada.
-¿Qué
novedades tenemos, Romy? –omitió los rodeos, aún le quedaban varias cosas por
hacer antes de marcharse.
-Te
aviso que ya está admitida nuestra demanda, -respondió una voz solemne al otro
lado de la línea- sabes lo que tienes que hacer.
-Claro.
Estoy en eso.
Una
brevísima conversación, al terminar, hizo un alto en sus faenas, se dejó caer
pesadamente en el sillón. Respiró profundo, ausentándose del mundo real. La
sonrisa afloró a sus labios, su objetivo ahora estaba cumplido.
Se
levanta y con rapidez termina de empacar. Su pasado cabe en dos maletas. Revisa
que las puertas y ventanas estén bien cerradas y los aparatos eléctricos
desconectados. Apaga las luces, toma las maletas y abandona el departamento.
Continuará...
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