Como duele caer
Sostiene
entre sus manos una caja de cartón que contiene sus pertenencias, ¡que cosas!
Cuando ingresó a trabajar en la compañía, se rodeó de sus recuerdos más íntimos
y se los llevó con ella a decorar su oficina. Ahora ella y todos sus recuerdos
estaban fuera. Con mirada triste, y cargada con un resentimiento que envenena
el ambiente, Virginia Cordero observa por última vez desde el pasillo, a través
de la puerta de cristal, la que hasta el día de ayer fuera su oficina. Ni
siquiera le permitieron entrar a recoger sus cosas, una humillación mayúscula:
ya las encontró empacadas esa mañana cuando llegó, como de costumbre, a iniciar
un nuevo día de trabajo.
Siente
sobre ella las miradas de burla de sus compañeros, los negativos, como los
denominó ella, a quienes nunca les cayó en gracia, y siempre estuvieron
pendientes de verla cometer un error, por más pequeño que fuera, para
restregárselo en la cara. Se dio cuenta de que también había miradas de
tristeza, de incredulidad y de impotencia por lo ocurrido, era su gente, con
los que se llevaba bien, a los que ayudaba y la ayudaban, pero no contaban con
la influencia necesaria para interceder por ella y que no le arrebataran su
fuente de trabajo. En el fondo se alegra de saber que esas personas, aunque
minoría, la estima y apoya.
Observa
pasar a Liset, su compañera, con actitud altiva y triunfante, ahora ocupando el
lugar que tenía ella. La opinión hacia quien compartiera su espacio durante
tres años, no era nada positiva, y el saber que se quedaría en su lugar solo
avivaba su coraje, más ya nada podía hacer.
-Esta
idiota no sabe nada del puesto, lo llevará al desastre. Yo soy el cerebro. Pero
por desgracia eso a nadie le importó.
Su
intuición raras veces fallaba, desde le primer día que Liset apareció
contratada para ayudarle con el trabajo, Virginia supo que tendría problemas.
Sintió animadversión hacia ella y el tiempo le hizo saber que no estaba
equivocada. A simple vista, daba la impresión de que Virginia podría temer de
que “la nueva” le quitara el trabajo, pero la realidad de las cosas, fue que la
“muñequita” resultó ser solo una bella apariencia: delgada, el tono verde en
sus ojos se debía a lentes de contacto, peli teñida de rubio, siempre con su
cabello bien planchado, dueña de una voz de niña tonta y una ingenuidad que ni
ella misma se creía; y solo le gustaba tender la mano para recibir el sueldo
sin haberlo desquitado. Una hipócrita que utiliza sus atributos físicos para
salirse con la suya. Por lo que la tan prometida ayuda para Virginia quedó solo
en palabras.
Virginia
sabe que ella tiene la culpa de la reacción negativa de sus compañeros. Durante
los seis años que desempeñó sus funciones como contador general, perjudicó a
mucha gente, la trató de manera déspota y sin ninguna consideración. Por eso,
ahora que está del otro lado, entiende que la vida le está regresando el búmeran
que lanzó al aire.
-Parecía
un hombre honesto, -se dijo para sus adentros con voz apenas audible- ¿cómo
logró engañarme de esa manera?
No
le importó quedarse parada mientras la gente entre y sale de la empresa. La
miran con curiosidad, y uno que otro de sus ahora ex compañeros, hasta con
burla y le dirigen insultos, pero ella apenas repara en sus miradas y en sus
intenciones. Su mente retrocedió en el tiempo un año atrás, cuando conoció a
Eugenio Martínez, mejor conocido entre amigos como Keno.
Continuará...
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios son bien recibidos. Nos leemos pronto!!!