La ciudad bajo la ciudad

Ignoraban con exactitud cuanto tiempo llevaban caminando, pero Oscar ya comenzaba a sentirse cansado, se felicitó a si mismo por ocurrírsele la genial idea de llevar consigo sus dos litros de agua, aunque ya solo le quedaba poco más de medio litro.
-¿Cuánto más vamos a caminar? Ya me duelen los pies y no veo el momento en que nos acerquemos a sea maldita luz…
Lo dijo en voz alta pero Layo pasó por alto el comentario, no porque no lo escuchara, sino porque el entusiasmo le impedía amargarse el momento con la negatividad de Oscar.
Siguieron andando durante otro buen lapso de tiempo, Basty a ratos parecía contento y otros malhumorado; Oscar en cambio maldecía aquella situación. La luz al final del camino se fue haciendo más intensa, ya no hubo necesidad de utilizar las linternas, por lo que las apagaron. Con sus manos formaron visera sobre su frente, ya que luego de habituar sus ojos a la oscuridad durante un buen rato, el resplandor de luz los lastimaba; las tres siluetas oscuras cruzaron al otro lado del túnel. Una espesa niebla los envolvió y el aire se sintió ligero de nuevo. Ahora debían tener cuidado en donde pisaban, el suelo seguía siendo de tierra pero estaba disparejo, la niebla no les permitía una completa visión; Layo estuvo a punto de caer de bruces pero logró sujetarse de Oscar a tiempo. Caminaban los tres poniendo la menor distancia posible entre ellos, no querían perderse en aquel desconocido paraje que solo Dios sabía donde se encontraba y a donde los conduciría.
La niebla comenzó a dispersarse conforme se adentraban en el paisaje, se sorprendieron ante el panorama que tenían enfrente: a unos cuantos pasos se encontraban las ruinas de lo que parecía ser una cuidad amurallada, solo una parte de la entrada permanecía en pie, formada por tres arcos, de los cuales el central sobresalía por ser más alto que los otros dos de los costados. Se fueron acercando con cautela, entraron los tres hombres en fila por uno de los arcos, Layo se imaginó que en una época lejana, ese pasaje abandonado por el que caminaban ahora fue un inmenso jardín o campo fértil que dio abundantes frutos, pero ahora lucía seco y árido. Hacían presencia también ruinas de lo que debieron ser viviendas de piedra caliza: paredes carentes de techo y con grandes huecos en el lugar donde van las ventanas. En cambio unas tantas todavía tenían unido un débil techo de paja. De otras solo lograron sobrevivir una o dos paredes, mientras otras solo conservaban los cimientos. Podía verse postes de madera y caña quebrados y tirados por doquier. Llegaron a lo que sin duda fue el lecho de algún río, pues sobre él estaba elevado un puente para cruzar el canal. Layo lo tocó con las manos y luego con algo de temor se posó sobre él para cerciorarse de que no se vendría abajo al sentir su peso; aunque también tenían la opción de adentrarse en el canal, ya que no estaba muy profundo y ningún afluente de agua corría dentro de su cauce. Oscar y Basty permanecían en silencio, imaginando que Layo sabía donde buscar su tesoro, Layo en cambio se preguntaba donde demonios enterraría su abuelo el legado de la familia.
Continuará...

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