La ciudad bajo la ciudad
Oscar
apareció y sin comprender del todo lo que estaba sucediendo, extendió sus manos
a Layo, dando así tiempo a Basty a levantarse y entre los dos sacaron de nuevo
a Layo, quien ya estaba libre de sus captores. Solo tuvieron oportunidad de
reponerse del temor y aspirar aire, los gruñidos se escuchaban cada vez más
cerca. Oscar y Basty tomaron las herramientas que tenían más a la mano para
defenderse, las momias comenzaron a hacerse presentes, Layo, aún inútil, yacía
sentado en el suelo, abrazado a sus piernas. Temblando, Basty asestó varios
golpes al aire sin atinarle a las momias; Oscar, en cambio, permitió a éstas
avanzar hacia él y asestó un golpe certero con el extremo más puntiagudo del
talache a una de ellas a la altura del estómago. La momia se detuvo como si
comprendiera el significado de aquello, segundos después lanzó un lastimero y
prolongado chillido y comenzó a “romperse”, al igual que el resto de sus
compañeros. Los tres hombres miraban atónitos el espectáculo, los pedazos de
aquellos seres, lo que fueran o como se llamasen, al caer quedaban convertidos
en polvo, pasando a formar parte del suelo.
Oscar
arrojó el talache y tomó bocanadas de aire mientras Basty y Layo permanecían en
silencio. Cuando se recuperó, al menos en parte de la impresión recibida, se
acercó a Layo exigiéndole una buena respuesta a lo ocurrido.
-Espero
que tengas una buena explicación para esto, si hay algo que debas decirnos…
ahora es el momento para que lo hagas; si existe un maleficio o alguna
maldición sobre esta casa es mejor que lo sepamos ya…
Layo,
todo tembleque, con voz apenas audible contestó:
-No
hay nada de eso Oscar, no al menos que yo sepa…
Oscar
apoyó una rodilla en el suelo, inclinándose para quedar a la altura de Layo. Su
rostro estaba transfigurado por la ira.
-¿Es
que acaso tenemos Basty y yo cara de estúpidos? Esta es tu casa, debes estar
enterado si tus parientes la embrujaron o no. No nos salgas ahora con jaladas,
Layo. Ya solo falta que haga su aparición estelar el Jinete Sin Cabeza…
Dicho
esto oyó a sus espaldas un galopar de caballos acercándose; se levantó y fue
junto a Basty.
-Basty
–dijo mientras sus ojillos vivaces recorrían atentos todo el lugar- ¿escuchas
lo mismo que yo?
Sebastián
lo miró, estaba entre incrédulo y asustado.
-Si,
galope de caballos, y parecen venir hacia nosotros…
Continuará...
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