En una plaza

Un
trío de niños atrajo su atención, corrían jugando por el pasto pero al salir al
camino de concreto, uno de ellos perdió pisada y cayó pesadamente barriga
abajo, ocasionándose un llanto de miedo y dolor. La madre amorosamente acude a
levantarlo, se sienta en el pasto con el pequeño en su regazo, le revisa las
heridas y en cuestión de minutos las lágrimas abandonan los ojitos del
nene. Su memoria revivió las caídas que
tuvieron ella o sus hermanos; la descorazonada mujer que los parió se limitaba
a verlos, vociferar cuanta palabrota tenía a mano y luego de varios minutos de
esperar, se acercaba a levantarlos pero no para curarles las heridas, sino para
dejarles caer unos cuantos golpes, insultos y la vergüenza de que la gente que
los observara creyera que esos insoportables escuincles hicieron enfadar a mamá.
Maldita mujer, aunque seguro sufría de algún trastorno mental, bipolaridad o
algo parecido, nada justificaba aquellos malos tratos. Menos mal que la maldita
murió cuando ella recién cumplió19 años…
Vio
alejarse a las tres madres con sus retoños, riendo, contentos todos, al
accidentado apenas le dolerían los raspones…
Cuatro
parejitas adolescentes pasaron frente a ella, las chicas quizá tendrían no más
de 16 años y ya lucían un maquillaje perfecto, vestimenta provocativa, sus
acompañantes varones se daban el gusto de toquetearlas por los hombros, las
manos, la cintura y un poco más debajo de ésta.
A
ella nunca se le permitió vestirse o maquillarse de esa manera. Y le hubiera
encantado hacerlo. Recordó que su madre la llamó “prostituta” cuando tenía 13 años,
solo porque se divertía tomar los labiales de mamá y pintarse los labios de
color rojo. La mojigata de su madre decía que no era de mujeres decentes traer
la falda a la altura de la rodilla, pues al sentarse dejarían al descubierto
una gran cantidad de carne que podría dar lugar a miradas obscenas e
invitaciones de otra índole. Ahora entendía que ese gesto no era por su bien,
sino porque ella era una inversión para su casa y no debía irse sin antes sacar
adelante económicamente a la familia, pues el padre estaba enfermo y no podía
trabajar. Lo que se preguntaba ella siempre es como el hombre estaba enfermo
para trabajar pero no lo estaba para acudir todas las noches a las cantinuchas
de mala muerte y conseguirse prostitutas baratas, gastando en ellas el poco
dinero que lograba trabajar. Años después se enteró de que con una de esas
mujerzuelas formó otra familia.
Más
adelante una pareja madura paseaba a su perro, felices. Se notaba el amor entre
ellos en la forma de tratarse: se sonreían, se tomaban de la mano, se hacían
arrumacos sin importarles que los ojos de los demás estuvieran fijos en ellos.
Le
gustaba esa pareja. Imaginó que el señor sería alto ejecutivo de alguna
importante empresa. Sí. A ella en lo personal le agradaban los hombres con
aspecto ejecutivo: vistiendo un buen traje combinado con una corbata vistosa y
un caro y súper fragante perfume. En cuanto a la dama, tenía apariencia de ser
mujer de oficina, quizá fuera una profesionista exitosa, quizá haya dejado de
ejercer su profesión al casarse o quizá haya continuado con su trabajo. En este
último supuesto tendría que ser una mujer dueña de una gran inteligencia,
puesto que al descuidar a su casa y su esposo tuvo que lidiar con más de una
zorra para conservar ambas cosas.
Los
siguió con la mirada.
Ella
quería, deseaba un matrimonio así. Tenía el derecho a él, maldita sea, pero el
desgraciado destino se empeñaba en que a sus 43 años permaneciera sola,
acechada por hombres insulsos, de pocas aspiraciones, quienes solo veían en
ella su salvación económica. A la jodida con todos ellos. Los hombres con
quienes llevó una relación seria le fueron arrebatados por alguna zorra
hambrienta que se interpuso en su camino.
La
vida no era justa.
Dos
mujeres se sentaron en una banca adjunta a la suya. Una de ellas era más joven
que la otra. Tuvo la oportunidad de escuchar parte de la plática que ambas
sostenían entre sí. Madre e hija. ¡Qué hermosa relación llevaban! Ella con su
madre no pudo comunicarse siquiera, ¿cómo podría aspirar a contarle sus secretos,
sus anhelos, sus inquietudes, tal como se confía en una amiga? Su madre era
alguien a quien apenas conocía aunque hubieran vivido día tras día de cada uno
de sus 19 años en la misma casa.
La
convivencia con su progenitora apenas podía soportarse; aquella mujer era una
persona tan inconforme a quien nunca se le daba gusto; todo lo veía negativo,
oscuro, falto de vida…
Hubiera
deseado tanto que la moneda mostrara su otra cara…
Escuchó
al joven hablar por celular mientras se encaminaba a su auto estacionado.
Discretamente lo vio abordar el vehículo sin dejar de hablar. Sonreía.
-Son
apenas las 7, te veo en una hora en el restaurante de siempre…sí…
Ella
no imaginaba que existiera vida social después de las 8 de la noche. Desde su
adolescencia se le acostumbró que debía llegar de su trabajo a cierta hora.
Llegar a casa después de las 9:30 ya era como llegar de madrugada.
La
matrona le dibujaba la ciudad como un cuadro vivo lleno de maldad, que a cierta
hora de la noche ya no alcanzaría el urbano que la llevara a casa, ni se le
ocurriera abordar un taxi porque los tipos que los conducían eran maleantes que
podrían robarla e incluso ocasionarle un daño mayor. Que fuera desconfiada de
toda la gente y no aceptara la ayuda de desconocidos. En fin…
Se
preguntaba para sus adentros qué pensaría la madre de aquel joven al ver que su
hijo andaba a altas horas de la noche divirtiéndose. Poco le importaba a ella
los pensamientos de una señora a quien no conocía.
Pero
le hubiera gustado estar en el lugar de ese joven y ser ella quien condujera
ese flamante vehículo y a quien esperaran en el restaurante…
Hora
de marchar de vuelta a casa.
Lentamente
se levanta y emprende el camino. No hay nadie que la espere en casa. Sus otros
hermanos ya habían formado su familia desde varios años atrás.
Ella
estaba sola. Viviendo una vida que detestaba, una vida que no era de ella y que
estaba muy a tiempo de cambiar a como le gustaría vivir.
De
una manera más sociable, más desenvuelta, más próspera, más sensual…
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