No sabes cual sera su cruz
V
Nora sentía infinita nostalgia y casi creyó volver el tiempo atrás al estar de nuevo en aquella oficina, cuando ni de broma imaginó que sería socia de la empresa, ni mucho menos se veía casada con el dueño. Todo continuaba igual que el primer día que llegó: las sillas de visita, la gastada alfombra en color gris, los reconocimientos de Diego colgando de la pared, el escritorio y el equipo de cómputo que formaron su equipo de trabajo. Que recuerdos tan agradables despertaba en ella aquel lugar.
-Conservas todo igual que cuando yo llegué a trabajar aquí, -comentó al momento de reunirse con Diego en el privado de éste- dime, ¿se porque te trae los mismos recuerdos que a mí? –su tono de voz sonaba divertido.
-Más que nada es por economía de la empresa. -la sonrisa se borró del rostro de Nora- Solicité un presupuesto para adquirir mobiliario nuevo para la recepción, pero me sale más barato conservarla como está. –miró a Nora durante unos segundos y luego dejó escapar sea risa sana tan suya, risa que fascinaba a Nora- No te pongas así, sabes que bromeo, -abrazó con ternura a su esposa por la espalda- Los recuerdos están siempre con nosotros, los llevamos a donde vamos, la decoración o ubicación de la oficina es lo de menos.
Una voz familiar para Nora rompió el encanto del momento.
-Buenos días arqui, -se detuvo bruscamente al ver a Diego acompañado, “Su esposa”, pensó- Perdón, no sabía que estaba ocupado. –dio la media vuelta para retirarse.
-Nelly, espere, acérquese.
Nora miraba discretamente a la mujer.”Su rostro me parece conocido, pero ¿de donde?”.
-Ella e la abogada Nora Moreno, mi esposa, instalará aquí su despacho, te pido que la apoyes como quedamos mientras ella contrata a su asistente. –volviéndose a Nora- Nelly quizá en un principio pueda ayudarte con tus asuntos, de cierta forma es colega tuya, dejó trunca su carrera de leyes…
-¿De verdad? ¿Hasta que semestre cursaste, y en que universidad?
Nelly tardó en responder, al fin dijo:
-Me vi obligada a abandonar la escuela al inicio del tercer semestre, por causas de fuerza mayor…
Ciertos recuerdos que Nora creía ya desterrados de su vida y de su memoria volvieron a aparecer.
“No puede ser, ¿Será posible que esta mujer mal arreglada y desaliñada sea la misma joven que se exhibía casi desnuda por los patios de la facultad de leyes?”
La oficina vacía que estaba al lado del privado de Diego cobró vida. A éste le fascinó la idea de volver a trabajar en compañía de Nora; claro, ya no como su patrón, lo reconfortaba el saber que estaba a un lado suyo, por si acaso sentía la necesidad de verla o hablarle. Ese fue el motivo por el que aceptó compartir el espacio de trabajo que era solo suyo, no era cuestión de ahorrarse una renta, ésta podrían pagarla y aún así vivirían holgadamente. Se trataba de que amaba a Nora y deseaba tenerla cerca a cada momento del día. A lo largo de su vida escuchó comentarios alusivos a que trabajar al lado de la pareja a la larga resultaba insoportable, lo más sano era que cada quien trabajara por su cuenta o ya de plano, que la mujer se dedicara a atender su casa.
Afortunadamente, Diego no compartía esa opinión. Él disfrutaba intensamente de trabajar junto a su esposa.
Nora sentía infinita nostalgia y casi creyó volver el tiempo atrás al estar de nuevo en aquella oficina, cuando ni de broma imaginó que sería socia de la empresa, ni mucho menos se veía casada con el dueño. Todo continuaba igual que el primer día que llegó: las sillas de visita, la gastada alfombra en color gris, los reconocimientos de Diego colgando de la pared, el escritorio y el equipo de cómputo que formaron su equipo de trabajo. Que recuerdos tan agradables despertaba en ella aquel lugar.
-Conservas todo igual que cuando yo llegué a trabajar aquí, -comentó al momento de reunirse con Diego en el privado de éste- dime, ¿se porque te trae los mismos recuerdos que a mí? –su tono de voz sonaba divertido.
-Más que nada es por economía de la empresa. -la sonrisa se borró del rostro de Nora- Solicité un presupuesto para adquirir mobiliario nuevo para la recepción, pero me sale más barato conservarla como está. –miró a Nora durante unos segundos y luego dejó escapar sea risa sana tan suya, risa que fascinaba a Nora- No te pongas así, sabes que bromeo, -abrazó con ternura a su esposa por la espalda- Los recuerdos están siempre con nosotros, los llevamos a donde vamos, la decoración o ubicación de la oficina es lo de menos.
Una voz familiar para Nora rompió el encanto del momento.
-Buenos días arqui, -se detuvo bruscamente al ver a Diego acompañado, “Su esposa”, pensó- Perdón, no sabía que estaba ocupado. –dio la media vuelta para retirarse.
-Nelly, espere, acérquese.
Nora miraba discretamente a la mujer.”Su rostro me parece conocido, pero ¿de donde?”.
-Ella e la abogada Nora Moreno, mi esposa, instalará aquí su despacho, te pido que la apoyes como quedamos mientras ella contrata a su asistente. –volviéndose a Nora- Nelly quizá en un principio pueda ayudarte con tus asuntos, de cierta forma es colega tuya, dejó trunca su carrera de leyes…
-¿De verdad? ¿Hasta que semestre cursaste, y en que universidad?
Nelly tardó en responder, al fin dijo:
-Me vi obligada a abandonar la escuela al inicio del tercer semestre, por causas de fuerza mayor…
Ciertos recuerdos que Nora creía ya desterrados de su vida y de su memoria volvieron a aparecer.
“No puede ser, ¿Será posible que esta mujer mal arreglada y desaliñada sea la misma joven que se exhibía casi desnuda por los patios de la facultad de leyes?”
La oficina vacía que estaba al lado del privado de Diego cobró vida. A éste le fascinó la idea de volver a trabajar en compañía de Nora; claro, ya no como su patrón, lo reconfortaba el saber que estaba a un lado suyo, por si acaso sentía la necesidad de verla o hablarle. Ese fue el motivo por el que aceptó compartir el espacio de trabajo que era solo suyo, no era cuestión de ahorrarse una renta, ésta podrían pagarla y aún así vivirían holgadamente. Se trataba de que amaba a Nora y deseaba tenerla cerca a cada momento del día. A lo largo de su vida escuchó comentarios alusivos a que trabajar al lado de la pareja a la larga resultaba insoportable, lo más sano era que cada quien trabajara por su cuenta o ya de plano, que la mujer se dedicara a atender su casa.
Afortunadamente, Diego no compartía esa opinión. Él disfrutaba intensamente de trabajar junto a su esposa.
Continuará...
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