No sabes cual sera su cruz

II
A partir de ese día, Nora tuvo que aprender a sobrellevar e ignorar las miradas llenas de reproche y resentimiento de Edgar, los comentarios mordaces de éste y su amiga para con ella; el resto de sus compañeros nunca tocaron el tema de la abrupta y repentina separación de Edgar ni de su encuentro “amistoso” con Leonela.

Aún y con todos esos inconvenientes, llegaron cosas buenas para Nora, quien luego de dos largos meses de permanecer desempleada, angustiada por no contar con un ingreso para subsistir y agotando sus ahorros, por fin comenzó a laborar en una pequeña constructora cuyo personal administrativo solo ascendía a dos personas: el arquitecto Diego Quiroz y ella, Nora. El trabajo era muy sencillo, nada que Nora en sus 17 años como asistente no supiera dominar o resolver; el sueldo era bueno y Diego era casi de su edad, por lo que desde el inicio su relación laboral marchó a las mil maravillas.

Repentinamente, algo comenzó a inquietar a Nora: la presencia del arquitecto la alteraba y conocía de sobra el por qué: Diego con su trato la hacía sentirse una persona importante para él, y ella se sentía atraída por él como hombre, pero mantuvo su distancia porque tenía muy claro que él era el jefe, el dueño de la empresa y ella solo una empleada, y el hecho de que faltara solo un año para concluir sus estudios profesionales no cambiaba en absoluto la situación. Dudaba que Diego se fijase en ella, ya que recientemente pasó por la desagradable experiencia del divorcio.
-Pero esos detalles que tiene para conmigo ¿a que se deben? Y esas miradas…no sé como describirlas, ni lo que pueden expresar, pero me aturden, me emocionan. Y también me asustan. Yo sé que es casi imposible que un hombre como él pose sus ojos en mí, pero he notado su turbación cuando estamos cerca, busca la manera de alargar nuestras conversaciones. Quizá sean imaginaciones mías, pero con tantas señales tampoco puedo estar equivocada…

En cuanto a Edgar y Leonela, desaparecieron del mapa estudiantil, dejaron de asistir a clases después de las primeras semanas de iniciado el nuevo semestre. De ese acontecimiento hacía poco más de un año.

Se rumoraba que Edgar tenía un hijo, cosa que parecía difícil dada la renuencia de aquél para comprometerse, pero atando cabos, Nora concluyó que era así: Edgar últimamente se notaba taciturno, una mueca de enfado ocupaba en su rostro el lugar donde antes lucía una coqueta sonrisa. Y lo más notorio, de aquel hombre envuelto en excitantes aromas y vestido impecablemente de traje que conoció, ya no quedaba más que el recuerdo; el Edgar de ahora vestía con ropa arrugada, sucia y deshilachada, descuidó su corte de cabello y su olor corporal era desagradable.
-Debió ser un golpe tremendo para él saber que sería padre sin tenerlo planeado, y lo peor del caso que fue sin desearlo. Estúpido, tanto que se cuidó de mis intenciones y míralo, lo atraparon de la forma más baja de que se vale una zorra para amarrar a un hombre. –notó que sus palabras encerraban el mismo rencor y odio de años atrás.

La convivencia con Diego se estrechó aún más; cuando él tenía oportunidad se quedaba a comer con ella, se interesaba en saber como le iba en sus estudios y le ofrecía su ayuda. Todas esas actitudes confundían más a Nora, pero un descuido por parte de su jefe dejó al descubierto los sentimientos de ambos.
El archivo confidencial de la compañía estaba lleno de papeles a su máxima capacidad, por lo que jefe y empleada se dieron a la tarea de destruir lo que ya no servía. Entre los documentos que Nora estaba volviendo trocitos aparecieron varias revistas para caballeros, y no pudo evitar una exclamación de sorpresa al verlas, “de que me extraño, todos los hombres son fans de este tipo de literatura”, pensó, Diego la escuchó y una sonrisita traviesa apareció en sus labios al percatarse de lo sucedido. Continuaron como si nada, cada quien enfrascado en sus tareas; Nora se encontró entonces con varias tarjetas de presentación en colores pastel, intrigada las leyó y por los nombres supo que se trataba de clubes de table dance y casas de “chicas malas” que complacían las fantasías sexuales de los caballeros a cambio de una nada despreciable suma de dinero.
-No me interesa en lo más mínimo enterarme de tu vida sexual Diego, esto debes destruirlo tú, -le entregó las tarjetas en la mano y salió de la oficinita.
Diego la alcanzó en la recepción.
-Es diversión masculina, todos los hombres lo hacemos. Solo un poco de sexo, no se involucran otros sentimientos.
-¿Y no te sientes mal de haber perdido tu matrimonio solo por unas horas de placer? Y el riesgo de contraer de enfermedades, ¿eh?
Nora podía ser demasiado sarcástica aún sin proponérselo; notó que el semblante de Diego se ruborizaba a raíz de aquellos comentarios.
-Mira Norita, para tu completa información, mi matrimonio se fue al traste a causa de mi bancarrota, se me terminó el dinero y a mi esposa se le acabó el amor. Cuando tú llegaste a trabajar aquí tenía dos años de haber comenzado de nuevo, desde cero en el sentido profesional. Y también en el sentimental.
-Y se nota que te ha ido bien en todo. Tu negocio te deja buenas ganancias, la mejor prostituta la tienes. No puedes quejarte. –concluyó con ese tono sarcástico que tanto irritaba a Diego. El hombre se acercó a ella.
-¿Por qué te molesta tanto?
Nora perdía su temple al sentir la cercanía de su jefe.
-No me molesta, no es asunto mío lo que hagas con tu vida. No me afecta…
-Por tu reacción yo diría que sí te afecta, y más de lo que tu quisieras…
Nora lo esquivó.
-La conversación terminó. Es hora de irme o llegaré tarde a clase.
Diego la asió por el brazo y la acercó a él.
-¿Cuánto tiempo más crees que podemos engañarnos? ¿No te cansa el fingir que no sientes nada hacia mí? –antes de que Nora pudiera protestar, unió sus labios a los de ella.


Continuará...

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