Privadas del Paraiso

La tarde estaba calurosa. A pesar de eso, Daniela recorrió las calles atestadas de gente, se detuvo en aparadores, entró a tiendas simplemente a observar ropa, zapatos, hasta que finalmente llegó a la tienda de artículos de belleza para surtir los accesorios que necesitaba en su Beauty Salon. Le parecía un sueño haber dado el gran salto hacia su independencia económica, durante poco más de diez años ganó su sustento empleándose como secretaria. Cuando cumplió tres años en su segundo empleo, se dio cuenta que no le agradaba estar bajo las órdenes de nadie, por lo que una tarde mientras comía, tomó el directorio telefónico y lo abrió en la sección “Academias”, aún sin saber que es lo que quería o le gustaría estudiar. Desfilaron ante sus ojos escuelas de inglés, “me gusta el idioma y nada me gustaría tanto como poder hablarlo y entenderlo, pero busco algo que pueda ofrecerme un pronto desarrollo económico. Por lo pronto el idioma queda descartado”. Diseño gráfico o publicitario, diseño de modas “tengo creatividad, pero no para diseñar, y mucho menos soy buena dibujando”, por lo que estas opciones tampoco fueron tomadas en cuenta. De pronto la solución perfecta estaba ante sus ojos: Academias de Estilismo. “Perfecto. Si durante la preparación secundaria corté cabello y maquillé, y lo hice por gusto, ¿porqué no hacerlo ahora que he decidido iniciar mi propia empresa? Ya me cansé de ser solo una sirvienta, portando un bonito uniforme, con cierta categoría y privilegios, es cierto, pero sirvienta al fin. Además, algún día ya no tendré ánimo ni presentación para laborar en empresas ajenas, haciendo ricos a los dueños y yo ganando una miseria. Se acabó. Comenzaré a estudiar lo más pronto posible”.
Tras dos años de estudio por fin terminó. Los materiales que utilizó en la carrera eran costosos, y como no había ahorrado ni un quinto antes ni durante la carrera, continuó trabajando en esa empresa tres años más; y luego, por cuestiones de sueldo y horario encontró trabajo en una empresa dedicada a las telecomunicaciones. El sueldo que percibió en los años que se desarrolló en dicha empresa, lo dedicó a adquirir el mobiliario para el Salón, tomar cursos de especialización, se trató medicamente por un padecimiento alérgico y además decidió estudiar el idioma inglés, de esta manera postergó aún más sus anhelos.
Fue en esta compañía donde conoció al doctor Bernardo Montañana, el médico que trataba ciertos padecimientos de su ahora ex jefe.
Al principio le pareció una persona grosera y prepotente, pero en una ocasión, por teléfono, surgió una conversación que nada tenía que ver con enfermedades, se sorprendió de pronto riendo con las ocurrencias que el doctor Montañana tenía a bien decir. De este modo, la mala impresión que el doctor dejó en Daniela fue desapareciendo; después de 3 o 4 llamadas en las que conversaron brevemente, Bernardo se animó a invitarle una cena a Daniela, invitación que ella no rechazó, por supuesto. Mujer al fin, no estaba negada al amor, y si permaneció sola mucho tiempo, fue porque sus anteriores noviazgos no habían sido satisfactorios, su ideal de pareja era quien le brindara no solo un estupendo sexo, sino también compañía, apoyo y sobre todo que tuviesen objetivos por cumplir en el aspecto profesional. Hasta antes de Bernardo ninguno de sus amantes cumplió con esos requisitos Y ahora en Bernardo tenía todo lo que necesitaba.
Cuando el idilio entre ambos tenía ya casi un año, y teniendo a Bernardo como su motor en toda empresa que emprendía, Daniela dejó su trabajo en la oficina para dedicarse de lleno al estilismo. Hubo asegurado ya el sueldo de la auxiliar que le ayudaría y la renta del mismo durante un año. Inauguró su pequeño salón en una colonia “mas o menos bien”, es decir, no pobre pero tampoco habitada por gente millonaria. Meses después celebró su boda con Bernardo. De eso hacía poco más de un año.
-No cabe duda que tengo todo por lo que me esforcé: tanto trabajar dio sus frutos, y en cuanto al amor, después de varias relaciones que no llegaron a ningún lado, ahora tengo un sólido matrimonio con un hombre maravilloso. A veces me cuesta creer que todo esto sea real.
Le pidió a Florina le ayudase a bajar del auto los paquetes con los accesorios que hubo comprado, le gustaba revisar los productos antes de llevarlos al salón. De pronto una botella diferente a las demás llamó su atención. La tomó para examinarla detenidamente, observó la marca: no correspondía con la que ella regularmente compraba; además ese producto no recordaba haberlo necesitado.
-Exfoliante para pies…nada que ver con lo que adquirí, -lo miró fijamente y entre apenada y traviesa esbozó una sonrisita.- Quizá la persona que guardó mis productos por equivocación la puso entre mis cosas, quizá el cliente que pagó antes que yo la olvidó, y creyendo que era mía la echaron a mi bolsa. Bueno, -la regresó a la bolsa, arriba de todos los shampoos y cremas que sí eran suyos- Mañana regresaré a la tienda y les explicaré lo sucedido, mientras no piensen que no la quise pagar todo estará bien…-sonrió traviesamente.
Continuara...
Tras dos años de estudio por fin terminó. Los materiales que utilizó en la carrera eran costosos, y como no había ahorrado ni un quinto antes ni durante la carrera, continuó trabajando en esa empresa tres años más; y luego, por cuestiones de sueldo y horario encontró trabajo en una empresa dedicada a las telecomunicaciones. El sueldo que percibió en los años que se desarrolló en dicha empresa, lo dedicó a adquirir el mobiliario para el Salón, tomar cursos de especialización, se trató medicamente por un padecimiento alérgico y además decidió estudiar el idioma inglés, de esta manera postergó aún más sus anhelos.
Fue en esta compañía donde conoció al doctor Bernardo Montañana, el médico que trataba ciertos padecimientos de su ahora ex jefe.
Al principio le pareció una persona grosera y prepotente, pero en una ocasión, por teléfono, surgió una conversación que nada tenía que ver con enfermedades, se sorprendió de pronto riendo con las ocurrencias que el doctor Montañana tenía a bien decir. De este modo, la mala impresión que el doctor dejó en Daniela fue desapareciendo; después de 3 o 4 llamadas en las que conversaron brevemente, Bernardo se animó a invitarle una cena a Daniela, invitación que ella no rechazó, por supuesto. Mujer al fin, no estaba negada al amor, y si permaneció sola mucho tiempo, fue porque sus anteriores noviazgos no habían sido satisfactorios, su ideal de pareja era quien le brindara no solo un estupendo sexo, sino también compañía, apoyo y sobre todo que tuviesen objetivos por cumplir en el aspecto profesional. Hasta antes de Bernardo ninguno de sus amantes cumplió con esos requisitos Y ahora en Bernardo tenía todo lo que necesitaba.
Cuando el idilio entre ambos tenía ya casi un año, y teniendo a Bernardo como su motor en toda empresa que emprendía, Daniela dejó su trabajo en la oficina para dedicarse de lleno al estilismo. Hubo asegurado ya el sueldo de la auxiliar que le ayudaría y la renta del mismo durante un año. Inauguró su pequeño salón en una colonia “mas o menos bien”, es decir, no pobre pero tampoco habitada por gente millonaria. Meses después celebró su boda con Bernardo. De eso hacía poco más de un año.
-No cabe duda que tengo todo por lo que me esforcé: tanto trabajar dio sus frutos, y en cuanto al amor, después de varias relaciones que no llegaron a ningún lado, ahora tengo un sólido matrimonio con un hombre maravilloso. A veces me cuesta creer que todo esto sea real.
Le pidió a Florina le ayudase a bajar del auto los paquetes con los accesorios que hubo comprado, le gustaba revisar los productos antes de llevarlos al salón. De pronto una botella diferente a las demás llamó su atención. La tomó para examinarla detenidamente, observó la marca: no correspondía con la que ella regularmente compraba; además ese producto no recordaba haberlo necesitado.
-Exfoliante para pies…nada que ver con lo que adquirí, -lo miró fijamente y entre apenada y traviesa esbozó una sonrisita.- Quizá la persona que guardó mis productos por equivocación la puso entre mis cosas, quizá el cliente que pagó antes que yo la olvidó, y creyendo que era mía la echaron a mi bolsa. Bueno, -la regresó a la bolsa, arriba de todos los shampoos y cremas que sí eran suyos- Mañana regresaré a la tienda y les explicaré lo sucedido, mientras no piensen que no la quise pagar todo estará bien…-sonrió traviesamente.
Continuara...
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