Bendita recámara

Que tranquilidad siento al entrar aquí y saber que lo que hable en voz alta, o escriba, o haga, nunca lo vas a revelar. Eres discreta.
Entro, y el mundo queda allá afuera, al momento de cerrar la puerta.
Eres mi protectora, mi guarida, aquí me escondo y nadie me halla. No contesto el teléfono. Nadie ve lo que hago. Eres mi testigo mudo. Silenciosa cómplice.
Siempre iluminada, tus paredes vestidas de blanco y tus ventanas amplias, cortinas que apenas dejan filtrar la luz del sol, y al terminar el día, cuando sale la luna, se corren para dejar que la luz penetre y tenuemente ilumine mi sagrado santuario.
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