Ladrón de tu amor


Capítulo IX

Ignoraba cuantas horas durmió, pero el hambre se encargó de despertarla.
Sobre la mesa del comedor un enorme arreglo con rosas y margaritas blancas era el centro de atención. Sus flores preferidas.
“Tienes todo para ser feliz, pero te niegas a aceptarlo”.
Las iniciales D.C. al final de la tarjeta.
-Daniel estuvo aquí.

Mientras comía, difícilmente pudo apartar la mirada de aquellas flores.
-Daniel, ni remotamente te aproximas al tipo de hombre que soñé para compartir mi vida, pero hiciste todo para conseguir mi amor; tus maneras no fueron las correctas, o quizá yo no esté en lo correcto. Después de todo lo vivido ya no sé que pensar.
Recordó todos los detalles que Daniel tuvo para con ella: la habitación llena de flores la noche de su rapto, la delicadeza con que la trató todo el tiempo que estuvo con él, las noches de viernes en que sorpresivamente le cocinaba una suculenta cena acompañada de un exquisito vino y a la luz de las velas…..
En cambio con Eugenio, la mayor de las veces era ella quien insistía en que salieran a divertirse, las mismas veces que él se negó argumentado que su trabajo no le dejaba tiempo libre. Solo recordaba las únicas dos ocasiones que, a insistencia de ella, fueron a merendar terminando las clases.
-Dos salidas en seis meses…..
En su memoria aún permanecían las palabras que con toda la amargura y coraje que era capaz de sentir, Eugenio le hubo escupido en la cara:
-“Quieres controlar mi vida y eso me asfixia, me presionas psicológicamente a tal grado que ya no te quiero cerca. La amistad entre nosotros hasta aquí llegó!”.
Involuntariamente, apareció en sus labios una sonrisa.
-Ahora entiendo que esa aprehensión hacia él era porque en el fondo yo sabía que no me quería, hice lo que estuvo en mi mano para las cosas cambiasen y fueran como yo lo deseaba, pero no resultó. En cambio Daniel…..aunque yo me portaba indiferente con él, siempre tuvo atenciones hacia mí, su amor estuvo firme todo este tiempo. Que tonta soy!! Dejé escapar la oportunidad para ser feliz por perseguir una ilusión, un mundo que solo existía en mi imaginación…..


Río de la Plata # 425, Cerradas del Mirador.
Era un fraccionamiento privado, Isela se sorprendió de que el guardia le retuviera su identificación: “Se le regresará a la salida”, le había dicho.
Frente a la verja de la casa, leyó una y otra vez la dirección, cabía la posibilidad de un error al momento de anotarla. Buscó la identificación de la casa. No había duda, esa era la dirección que Daniel le dio por teléfono. Admiró la casa, la fachada era elegante pero discreta, los muros cubiertos por espesas enredaderas no permitían la mirada hacia adentro. Tocó el timbre, pasaron algunos minutos antes de que un gentil mayordomo atendiera su llamado. El hombre la condujo al jardín. Estaba nerviosa, era el primer encuentro con Daniel y con su hijo luego de varios meses de haber renunciado a él.
Daniel al fin se presentó ante ella, lucía diferente, aunque no pudo precisar por qué.
-No pregunto como estás porque es obvio, guapa como siempre.
-Gracias por el cumplido, tu también te ves…diferente, esa barba te sienta bien.
-Siempre es bueno un cambio. Pedí nos trajeran jugo de naranja o…¿deseas otra cosa?
-El jugo está bien, -un extraño silencio se instaló entre ellos- ¿Y…mi hijo? –se escuchó ella misma extraña al pronunciar esas palabras.
-Lo traerán en unos momentos, acaban de bañarlo y lo están preparando.
-Daniel, no quisiera que mi visita te ocasione problemas, ¿por qué mejor no vamos a conversar a otro sitio?
-No me ocasionas ningún problema, te lo aseguro. Toda la gente recibe visitas en su casa y yo no soy la excepción.
-¿Ésta es tu casa? Quiero decir…que pensé que trabajabas aquí….
-Bueno, a decir verdad, vivo aquí pero esta casa no es mía, sino de mis padres. Pero imagino que eso la hace también mía.
Isela estaba llena de desconcierto. No tenía idea de cuanto podía valer comercialmente esa casa, pero la gente que habitaba en ese exclusivo fraccionamiento debía ganar muy buen salario para poder mantener esa calidad de vida.
-Issy, tu me conociste siendo un simple “maestrito” que vivía de impartir clases en una escuela de idiomas, pero hoy conoces al verdadero Daniel Campos, el hijo único de una familia más o menos acomodada, médicos de profesión, y yo abandoné la carrera de medicina cuando ya tenía acreditada la mitad. -desde adentro alguien hizo una señal- Vamos, Danny está por bajar a saludarte.
-Danny…¿Acaso se llama como tú?
Mientras esperaba en la sala, una foto atrajo la atención de Isela: desde una cama de hospital un adolescente sonreía junto a una pareja de médicos, la mujer le besaba el cabello revuelto; a juzgar por el parecido entre el adulto y el joven, aquél debía ser el padre de Daniel.
-Dios, son idénticos. El padre de niño y el niño de adulto…
Recordó a su hijo, el parecido entre él y Daniel era total.
-Mi hijo será parecido a ellos.
Una melodiosa voz femenina la sacó de su ensimismamiento. Una mujer impecablemente vestida, sonriente y llevando un bebé en los brazos se acercó a ella.
-¿Isela? Que gusto conocerte. Soy Miranda Villarreal, la madre de Daniel.
“La madre de Daniel. ¿Cuántos años puede tener? ¿55? ¿60 quizá?”
-Mi hijo nos avisó que vendrías a visitar a Danny, y aquí lo tienes. –lo depositó en los brazos de Isela.- Disfrútalo, es un niño adorable.
Isela temió que al irse Miranda el bebé comenzara a llorar, ya que a pesar de ser su madre, para el pequeño era una desconocida. Pero al contrario, el niño se mantuvo tranquilo, la miró durante unos minutos y luego sonrió.
-Sabe que existe un vínculo entre tú y él, lo siente, a pesar del poco tiempo que lo tuviste contigo. –concluyó Daniel.
Una extraña sensación se apoderó de la mujer al sentir la cercanía del bebé. Le fascinó su olor, su apariencia sana, disfrutó escuchando sus balbuceos, su risa…
Tal parecía que el tiempo se hubo detenido en todo el rato que compartió con Danny. Miranda apareció.
-Es hora de que este jovencito tome su siesta, así que vengo por él. –la joven entregó el delicado bultito- Espero que vengas a menudo a verlo, serás bienvenida en esta casa.
-Gracias señora, así lo haré.
Con paso lento y relajado Miranda se alejó.
Daniel se puso en pie.
-No sé si será por la emoción de este encuentro, pero yo comienzo a sentir hambre, ¿Qué te parece si me acompañas a cenar?


CONTINUARA...

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