Dulce Victoria


CAPITULO II

El Reencuentro
1999. Julio. Monterrey, Nuevo León.
Arturo y Selene habían contraído matrimonio 5 años atrás, en 1994; no fue fácil para ninguno de los dos llevar esa relación. Por un lado Octavio, el único hermano de Selene, nunca aceptó a Arturo por la situación económica de este. No estaba dispuesto a dejar su cuantiosa fortuna en manos de un advenedizo pobretón.
Y por parte de la familia Mercader, Victoria y Agustín, padres de Arturo, intentaron hacerle ver a su único hijo que sería rechazado por la familia y amistades de su novia; aunque él ya contase con un título universitario, hubiese perfeccionado el idioma Inglés en Canadá y fuese el heredero de 3 de las refaccionarias automotrices más costeables de Monterrey. Nunca sería bien aceptado como esposo de una mujer adinerada, tal como lo era Selene.
La muchacha por su parte estaba (o al menos así lo demostró frente al mundo) muy enamorada, y defendía su amor de la más mínima crítica; lo que le había costado más de una agria discusión con Octavio. Por lo que cierto viernes de abril decidieron casarse en secreto, solo con los cuatro testigos en el juzgado y frente al altar de una iglesia cualquiera un sacerdote les dio la bendición. Celebraron su “matrimonio” con una cena íntima en la casa campestre propiedad de los hermanos Moreno de la Huerta. Cuando Octavio se enteró, contrario a lo que esperaban Arturo y Selene, no hubo gritos ni reproches, aunque tampoco fue bienvenido como nuevo integrante de la familia Moreno. En cambio, Victoria y Agustín recibieron con gusto a su nueva hija. No había otra opción.
No todo fue miel sobre hojuelas en esa relación, los últimos tres años habían discutido infinidad de veces, separándose varias más, ¿los motivos? El poco interés que Selene, de un tiempo a la fecha, mostraba en su matrimonio y hacia los asuntos de su esposo. Arturo prácticamente vivía solo, su esposa estaba muy ocupada dirigiendo su propia vida. Su tiempo transcurría entre reuniones sociales y viajes de negocios; junto con Octavio llevaba las riendas de la empresa de ambos, mientras que Arturo, no queriendo hacerse aún responsable de las empresas de su padre, era un empleado más de una empresa equis; situación que hacía sentir a Selene superior a él.
Ese día era igual a los anteriores, llegó a su casa, sin nadie quien lo recibiera, se encerró en la habitación que había acondicionado para su estudio, intentó leer una novela de suspenso, su género preferido, pero no pudo concentrarse. Cerró el libro y lo dejó sobre el escritorio. Decidió que saldría a la calle a caminar, la atmósfera que rodeaba su casa era muy tensa y sentía asfixiarse.
Abordó un taxi para que lo condujera a una exclusiva zona comercial, perdió la noción del tiempo admirando aparadores, observando cómo jóvenes parejas con hijos pequeños se divertían en las áreas de juegos infantiles.
Sus pasos lo condujeron fuera del centro comercial, hacia el lobby de un lujoso hotel, entró al bar, necesitaba estar solo, alguien intentó sentarse a su mesa, a lo que él se negó; no sentía humor de conversar con nadie. El dolor que lo carcomía por dentro era suyo. No tenía por que compartirlo con nadie más; encendió un cigarrillo, de pronto sintió que una mano apretaba su hombro.
-Arturo Mercader? –preguntó una voz femenina. Una voz olvidada tal vez, pero conocida.
Arturo alzó la mirada, frente a él se encontraba una mujer de tez clara y cabello oscuro, poseedora de unos expresivos ojos negros, que le sonreía.
-María José, ¿es posible? –levantándose de su asiento, se acercó a la joven para saludarla; después, tomándola de la mano la sentó a su mesa- Que sorpresa tan agradable, -dijo esto mientras recorría con la mirada cada detalle de la chica.- Si me hubiera encontrado contigo en la calle, dá por seguro que no te reconozco, estás guapísima.
-Si tú no logras reconocerme entonces sí que he cambiado, yo en cambio no puedo decir lo mismo de ti, sigues igual que siempre, y espero que todavía conserves ese buen sentido del humor que ha sido característico en ti.
Arturo sonrió e hizo una seña al camarero para que sirviese una bebida a Maryjose.
-Es una agradable casualidad volver a encontrarnos después de varios años, -aclaró Maryjose.- Regrese a Monterrey para cursar un seminario sobre texturas y colores, y me encontré con uno de mis mejores amigos; es lo que menos me hubiera imaginado. –concluyó con una sonrisa dibujada en sus labios.
-Ni yo lo esperaba, pero ya que el destino nos regala esta oportunidad tan maravillosa, no vamos a desaprovecharla, dime, que has hecho durante todos estos años que llevamos de no frecuentarnos?
-No es gran cosa lo que hay para contar, sabes que yo ingresaría a trabajar en el Corporativo D’Imagen, bueno, pues todavía continuo trabajando para él, aunque considero que ahí ya aprendí lo suficiente como para independizarme, -hizo una pausa para beber del oscuro líquido que contenía su copa.- He pensado seriamente en iniciar mi propia firma y mis padres están encantados con la idea, además me ofrecen su ayuda económica y administrativa. Ayuda de la que echaré mano llegado el momento. Por cierto, sabes quien está interesado en asociarse a mi firma? Mauricio Serrano. Lo recuerdas , no es así?
-Desde luego que lo recuerdo, es aquel rubio de ojos claros, el genio de las clases, -mencionó en tono de burla- Continúan frecuentándose?
-Durante nuestro tiempo libre, que es muy poco, organizamos reuniones, días de campo, o simplemente me visita en mi casa. Pero basta ya de hablar de mi vida, me interesa saber que has hecho de la tuya, -calló un segundo antes de proseguir- Alguien me dijo que ya te casaste, que hay de cierto en eso?
-Es verdad, -encendió otro cigarrillo y mientras exhalaba el humo su mirada vagó por todo el bar; para finalmente posarla en su copa de coñac.
En ese mismo instante Maryjose, con lo perceptiva que era, intuyó que algo no marchaba del todo bien en la relación de su amigo.
-Pero quita esa cara de tragedia muchacho, -se apresuró a decir- cualquiera pensaría que tu matrimonio no resultó ser lo que deseabas.
Arturo sonrió, dejó de lado su cigarrillo y tomó las manos de su amiga entre las suyas.
-Es muy pronto para hablar de cosas difíciles; -susurró- hoy vamos a hablar de cosas más agradables.
Maryjose sonrió e hizo un gesto afirmativo con la cabeza; el tiempo pasó para los dos sin sentirlo : aparte de la vida profesional de la chica, el estreno de una nueva película, la canción que sonaba en todas partes, el inicio de una posible guerra en Medio Oriente, fueron otros de los temas que estuvieron presentes en su conversación. De repente Arturo miró el reloj : era casi la 1:00 de la madrugada, nunca había llegado a su casa a tales horas, tampoco sabía si este hecho causase algún problema a su compañera.
-Creo que es hora de despedirnos –exclamó Arturo- las horas pasaron con mucha rapidez y aún quedan tantas cosas por contarnos, -en ese momento se dió cuenta que no sabía donde localizar a su amiga.
-Estoy hospedada en este hotel, -respondió Maryjose con una sonrisa, le pareció gracioso que luego de varias horas de conversación, Arturo no supiese donde localizarla.- Habitación 305.

Los rayos del sol se filtraban por la ventana de la habitación 305 del hotel Presidente Intercontinental; uno de los más lujosos de la ciudad. La habitación en que se alojaba Maryjose tenía un parecido con la habitación de su hogar : espaciosa, con paredes y cortinas en color blanco, en su casa la vista era hacia el amplísimo jardín, y en el hotel su ventana tenía vista a la calle, aunque ella prefería no asomarse para no ser una víctima más de la prisa y el estress. “En esta ciudad de paso acelerado, si no caminas a su ritmo te quedas otrás. Que horror.” En los pocos minutos que tenía libre, le agradaba disfrutar de la quietud que traía consigo la soledad. En ese aspecto, hasta su habitación de hotel era un santuario. Y lo respetaba.
A pesar de haber dormido únicamente 5 horas, Maryjose se levantó puntual a las 7:00 a.m.; tomó una ducha fría para despejarse y calmar los nervios. Terminó la ducha, colocándose la salida de baño se sentó frente al espejo, contemplando su imagen durante algunos minutos : pronto cumpliría 29 años, aunque se veía menor. Su cutis lucía fresco y sano, seguía una dieta rica en verduras, y destinaba el poco tiempo que tenía libre en correr por las noches; eso la ayudaba a conservar una buena condición física. Miró el reloj : las 7:20. No había tiempo que desperdiciar; se levantó y fue hacia el guardarropa, miró el poco equipaje que trajo consigo y decidió vestir un traje de corte sastre, en color violeta. El diseño era sencillo y la tela fresca, apropiado para el sofocante calor de más de 38º.
Se peinó rapidísimo dejando su cabello suelto, y dibujó sus labios con un crayón del mismo tono de su vestido. Escogió los zapatos de un cómodo tacón. Antes de salir quiso revisar los mensajes que pudiese tener en su correo electrónico : la pantalla de su lap top desplegó tres mensajes : el primero era de Mauricio, queriendo saber como le estaba yendo en el seminario, el segundo de sus padres, solicitándole les avisara con certeza cuando estaría de regreso en casa, y el último era de su jefe, poniéndola al tanto de lo que había ocurrido durante esos dos días de ausencia y los planes que estaban elaborándose para cuando regresara.
Únicamente contestó el de su jefe. Por el momento.

A las 6:00 de la tarde, de regreso en su habitación, Maryjose decidió que cenaría temprano, vería una buena película y luego se acostaría a dormir. Se sentía cansada y el curso la estaba agotando mentalmente. Se tiró sobre la cama y empezaba a quedarse dormida, pero sonó el teléfono y el insistente timbrar del aparato la despertó.
-Hola Maryjose, como te encuentras hoy?
Ella reconoció la voz al otro lado de la bocina.
-Arturo, esto sí que es una sorpresa, la verdad es que no esperaba que me llamases tan pronto.
-Anoche me quedé preocupado por ti, necesitaba saber si estás bien, te estuve llamando durante el día pero no contestabas. Supongo que te mantuviste ocupada.
-Así es. El curso comienza a las 8:00 de la mañana y termina a las 6:00 de la tarde, apenas si tengo oportunidad de beber agua.
-Justo a tiempo. –Exclamó Arturo mientras cerraba con llave el cajón de su escritorio y se alistaba para salir.- Que te parece si vamos a cenar y luego damos un paseo por la ciudad? Prometo que esta noche no te desvelarás.
Maryjose deseaba estar cerca de Arturo el mayor tiempo que le fuera posible, por lo que no dudó en aceptar la invitación de quien todavía era algo especial para ella. La invitación llegó inesperadamente; por un momento no supo que decir.
-Por supuesto, -contestó con voz serena- Donde quieres que nos veamos?
-Dame 20 minutos y paso por ti al lobby del hotel.
-De acuerdo.
Depositó la bocina sobre la base telefónica y se frotó las manos, nerviosa. Parecía una colegiala que acudiría a su primera cita con el chico que le gusta. “No sé que está ocurriéndome, es solo una cena, un reencuentro de amigos que hace años no se ven; no hay interés romántico de por medio. Eso es imposible”.

La invadió la melancolía.

Continuará...

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