Ladrón de tu amor


Capítulo VIII

Isela encontró su casa tal y como la dejó hacía poco más de año y medio atrás. Las cuentas estaban al corriente, pues María Lucía se encargó durante todo ese tiempo de mantener la casa y los asuntos de su amiga en orden. Recorrió cada habitación como si fuera la primera vez que estuviera allí.
-Que sensación tan rara al volver a casa. Siento como si esto no hubiese sido parte de mi anteriormente.
El ruido de la puerta al abrirse la sobresaltó. María Lucía apareció frente a ella.
-Isela, por Dios, ¿Cómo estás? ¿Dónde estuviste todo este tiempo? –la abrazó fuerte y prolongadamente.
-María Lucía, gracias por estar aquí.
La conversación fue larga, durante horas María Lucía escuchó narrar a su amiga todo lo que vivió en una casa perdida entre un campo, con un hombre al que solo conocía de vista y quien tuvo la osadía de secuestrarla para hacerla pasar por su esposa y engendrarle un hijo.
-Pero y el niño donde está? Que pasó con él?
-Se lo dejé. Él lo quería, yo no. Así que me dejó ir a cambio de quedarse con el bebé.
-Estás segura de que hiciste lo correcto?
-Sí María Lucía, tu sabes que yo tengo mis objetivos bien trazados, y un hijo nunca formó parte de mis planes.
-Lo sé, pero un bebé te cambia la vida en 360°, y para bien.

Isela tuvo que enfrentarse a la búsqueda de un nuevo empleo, perdió el anterior al dejar de acudir sin previo aviso. También tuvo que cubrir todas las colegiaturas pendientes desde su secuestro, ya hubiera finalizado su carrera pero ahora la retomaría de donde se había quedado. Más que el dinero y tiempo perdido, lo que realmente le dolió fue el no terminar la carrera junto a Eugenio, imaginó a sus compañeros cerrando alegremente un círculo de superación profesional, planeando su fiesta, pastel y foto de generación. Era la única foto donde Eugenio y ella aparecerían juntos. Una ocasión anterior, paseando por una plaza después de clases, Isela convenció a Eugenio de fotografiarse juntos, cosa que el caballero aceptó, pero condicionó que no la mostrara a nadie, para evitarse problemas.
Se enteró que Eugenio tenia un hijo, aproximadamente tendría un año y medio, justo el tiempo que ella estuvo secuestrada. Al principio se sintió herida, despreciada; pero después de todo Eugenio buscaba solo aventuras pasajeras, nada serio, por lo que no le sorprendería que el niño fuese fruto de un descuido de su parte.
-No sirvió de nada haber sido más que su amiga. Fui su socia, su maestra, estuve junto a él para no dejarlo caer cuando estaba a punto de tirar todo lo conseguido por la borda. Y al final me quedé con las manos vacías!
Notó que el rencor hacia Eugenio se hubo transformado en decepción. Sus ojos se humedecieron. No quería llorar, pero necesitaba hacerlo, necesitaba hacerlo por aquellos sueños que forjó y que no llegaron a realizarse, por ese proyecto de familia que quiso formar al lado de Eugenio pero que el destino se encargó de disolver.
Se recostó, se negó a continuar dando vuelta el pensamiento sobre asuntos que no tenían remedio. El dolor de cabeza era tan intenso que por un momento creyó que iba a desmayarse. Cayó en profundo sueño, que sensación tan agradable la envolvió de pronto. Era un especie de abrazo, amoroso, protector. Entre sueños escuchó una voz masculina.
-Luces triste, y sin embargo lo tienes todo para ser feliz, acaso no te has dado cuenta?
-¿Yo? –sonrió y al hacerlo la ironía asomo a sus labios- Siempre me dije “Isela, tu no eres como las demás, tu estás destinada a ser una triunfadora”. Me esforcé al máximo para hacerlo, quería que todo aquel que me conociera cuando hablara de mi lo hiciera con envidia, que dijeran “Esa perra a pesar de que vivió en la miseria y sola, logró salir a flote, y ahora es como una heroína porque consiguió llegar a donde nosotros ni siquiera imaginamos. Lo tiene todo: una carrera profesional, un excelente trabajo dentro de la función pública, un marido que aparte de ser atractivo comparte su misma profesión, y un hijo que será igual de triunfador que sus padres”. Pero la desoladora verdad es que no tengo nada.
-Sí lo tienes, pero no quieres aceptarlo. Tienes ese hijo triunfador que está esperando por ti, y ese hombre que te ama y te admira también existe. Y se jugó todo por ti.


Continuará...

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