Ladrón de tu amor

Capítulo IV

María Lucía detuvo su auto y se dirigió a un restaurante para comprar comida. En su refrigerador no había que preparar para cenar y además no tenía el ánimo para cocinar. Se le antojó una buena carne asada acompañada de una cerveza. Era la clásica cena de los viernes para Isela y para ella.
-Isela, amiga ¿que hiciste? ¿Dónde estás? Imagino que la situación con Eugenio era difícil de soportar, pero no vale la pena que por eso cometas una torpeza. El muy maldito sabe que estás desaparecida y no le importa.
María Lucía Gallardo era compañera de clase y la mejor amiga de Isela. Se encontraba fuera de la cuidad cuando ella desapareció. Al regresar a clase y notar la ausencia de la muchacha durante tres días, llamó a la empresa donde laboraba Isela, le informaron que tenía el mismo tiempo sin acudir a su trabajo. María Lucía fue a buscarla a su casa. Tenía la llave. El buzón tenía acumulada la correspondencia de varios días, el patio delantero estaba cubierto de polvo y basura. El interior estaba en perfecto orden. Una sensación de angustia se instaló en su estómago al acercarse a la recámara, no sabía que podría encontrar ahí. Respiró aliviada al ver la habitación vacía, la ropa de cama de Isela yacía sobre la almohada, en el closet la ropa de su amiga estaba limpia y ordenada. Sus cremas, perfumes y objetos personales hacían acto de presencia. Revisó minuciosamente sus agendas y calendarios con la esperanza de encontrar algo que le indicara que podría estar sucediendo. Revisó el contestador telefónico. Nada. Dio parte a la policía local, no fue tomada muy en cuenta su denuncia ya que Isela era una mujer de treinta y tantos años, que bien pudo cambiar de residencia sin avisar o fugarse con algún amiguito. No tuvo respuesta por parte de las autoridades, por lo que ella decidió utilizar algunos de sus contactos para localizarla.
Ya había transcurrido más de un mes de su desaparición y no se tenía rastro alguno de Isela.

Daniel y su amigo y compañero David Quiroga tomaban su obligado descanso entre clase y clase. Daniel apenas hacía unos días se hubo sincerado con él respecto a Isela.
-Siempre pensé que estabas un poco loco Daniel, pero ahora veo que me quedé corto, estás completamente trastornado. ¿No te das cuenta del alcance de lo que has hecho? ¿Cómo se te ocurre tener a esa mujer encerrada en tu casa? Cuando la dejes ir lo primero que hará es acudir ante las autoridades a denunciarte, te acusará de secuestro, violación, tortura psicológica y no quiero imaginar cuantas cosas más.
-No lo hará.
-Porqué estás tan seguro de eso?
Daniel sonrió y se encogió de hombros. Una jovencita pasó frente a su mesa y coquetamente dejó sobre la misma una nota para él; éste la leyó y una carcajada escapó de su garganta.
-Lo ves? Puedes tener a cualquier otra mujer, lo que sobra aquí son jovencitas guapas y de posición acomodada, no sé por qué te gusta complicarte la existencia con una mujer que te desprecia y además te restrega en la cara lo poco que vales para ella.
-No me interesa ninguna otra mujer. Esa es la que yo elegí para mi esposa y va a parirme un hijo.


Continuará……

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