Vino Tinto

Hola chicos y chicas!
Les hago llegar el cuarto capítulo de mi novela breve "Vino Tinto", no olvidé terminarlo pero mis múltiples ocupaciones me impidieron avanzar por alrededor de cuatro meses.
Ke lo disfruten!!!
CAPITULO IV
Que grande y que silencio tan espantoso habitaba ahora en esa enorme casona. Ya había transcurrido un mes del trágico accidente de Luis Gerardo e Irma aún no asimilaba lo sucedido. Acostumbraba todavía levantarse temprano para preparar el desayuno, en su mente escuchaba mientras Luis tomaba la ducha. Pero al ver que las manecillas del reloj avanzaban y la ducha era interminable, miraba que el desayuno yacía frío sobre la mesa. Asemejaba un fantasma rondando por la casa, había perdido peso. Sus amistades le sugirieron que no guardara luto, que estaba muy joven para vestir de negro todo el tiempo, pero ella hizo caso omiso a los comentarios. Alyda, madre de Irma, se hizo cargo de su nieto desde la muerte de Luis, sabía que su hija no estaba bien y temía por su salud mental; de un tiempo a la fecha tenía la idea fija de que Irma y Luigi fueran a vivir a la casa paterna. Irma pasaba el día entero encerrada en su habitación en medio de un desorden total, no salía ni siquiera para comprar sus comestibles, la asistente doméstica mantenía la casa limpia y en orden, pero no podía encargarse del pequeño; motivo por el que Alyda lo llevó con ella. Esa tarde acudió a tomar el té con Irma. Le plantearía la idea. Total, no tenía nada que perder y sí mucho que ganar.
-Irma, hija, no crees que esta casona es demasiado grande para ti y para el pequeño?
-Quizá..... puede ser......
-Hemos pensado tu padre y yo que sería bueno regreses a vivir con nosotros.....-miró fijamente a Irma en silencio, esperando una respuesta, pero al ver la indiferencia de Irma, prosiguió.- Una buena opción sería vender esta casa, aún eres joven, puedes retomar tu carrera, y si más adelante deseas vivir sola con tu hijo compras un departamento o una casa pequeña.
La joven tardo en responder.
-No lo sé mamá, es una buena idea, pero ahora no es momento para pensar en eso. Estoy cansada, aturdida, quiero dormir, únicamente dormir.
-Irma, entiendo tu situación pero.....
-No mamá, no puedes entender nada porque tu no has perdido al hombre que amas, en cambio yo estoy sola, no cuento con Luis más nunca.
-En realidad nunca contaste con él –enfrentó la mirada furiosa de su hija- Luis nunca te quiso Irma, ambas sabemos que se casó contigo para cumplir como caballero porque te embarazaste, pero el amó y murió amando a otra mujer.....
-No sé porque dices eso mami, Luis me amaba, solo que tenía mucho trabajo que apenas si nos dedicaba un poco de tiempo a su hijo y a mi. Pero me amaba.
Alyda miró a su hija, acurrucada sobre el sofá daba la impresión de ser una niña indefensa; era inútil discutir con ella en ese estado.
-Estoy investigando si tu difunto esposo dejó testamento. No me han confirmado nada aún; y esto significa que deberás estar muy lúcida para iniciar los trámites de sucesión sobre los bienes de Luis. Después de todo, Luis era un emprendedor que se esforzó por lograr un patrimonio propio, y en ausencia de él, tu y tu hijo son sus herederos.
Irma no respondió.
-Arreglado el asunto de la sucesión venderás esta casa; tú y Luigi vivirán con nosotros hasta que te sientas lista para iniciar una nueva vida. En tanto tu padre y yo administraremos la herencia de Luis.
-Yo no quiero vender la casa, este es el único lugar donde puedo encontrarme con Luis. Si me voy ya no lo volveré a ver......
-Hija, me preocupas. Necesitas llevar terapia con un psiquiatra, no puedes seguir hablando de Luis como si estuviera vivo y....
-No voy a acudir con ningún psiquiatra.
-Si no lo haces entonces te encerraré en un sanatorio mental alegando depresión hasta el grado de intentar suicidarte. Aparte perderás la patria potestad sobre Luigi. Piénsalo Irma.
Alyda no permitiría que su hija y nieto quedasen económicamente con las manos vacías después de soportar durante ocho años la indiferencia y desamor de Luis Gerardo. “Si mi hija no contó nunca con tu amor, al menos disfrutará tu dinero”, ese fue su pensamiento desde que Luis Gerardo yaciera inmóvil en la fría plancha del anfiteatro. Como madre, le destrozaba el corazón el ver a su hija sumida en un dolor que parecía no tener final. La muerte de Luis fue el principio de la locura de Irma, ya que la muchacha se sentía culpable por lo ocurrido. Por lo que utilizó su poder persuasivo para convencer a Irma de tratar su depresión con un psiquiatra muy amigo suyo, de quien estaba convencida de su total discreción y ayuda en caso de que pudiera surgir algún “inconveniente” legal.
En efecto, había un testamento de Luis Gerardo, Alyda tan pronto tuvo conocimiento de ello, empezó a iniciar los trámites para la lectura del mismo. Para su fortuna, la terapia logró cambios positivos en Irma, ya que la chica estaba aprendiendo a vivir con el sentimiento de culpa que la agobiaba.
Acordaron que el testamento fuera leído en casa de Irma. Sin saber el motivo, todos los presentes se sentían intranquilos.
El notario comenzó la lectura del documento, leyó el protocolo respectivo, una mueca de sorpresa se dibujó en su rostro, miró a todos los presentes y prosiguió con la lectura, éstos intercambiaron miradas sin pronunciar palabra alguna.
-“Mi pertenencia de más valor, mi casa de las Privanzas, es para mi esposa, la señora Deyla Hernández Lozano, estipulando la condición de que como dueña absoluta, deberá venderla, y el efectivo de dicha venta lo depositará en una cuenta bancaria que he dejado a su nombre y cuyos documentos le serán entregados por el CP. José Manuel Santacruz, quien a su vez se hará cargo de la venta de la mencionada propiedad”.
-Creo que aquí hay un pequeño error Lic, -se apresuró a decir Alyda.- La esposa de Luis Gerardo es mi hija Irma Tijerina, no Deyla Hernández.
El notario extrajo del fólder otros documentos.
-Lo lamento señora, pero aquí se anexa las identificaciones del señor Luis Gerardo Támez y la señora Deyla Hernández, así como también su acta de matrimonio civil.
Alyda tomó los documentos de manos del notario, los leyó detenidamente. El testamento estaba fechado cinco años atrás.
-Dígame Lic., ¿que posibilidades existen de que esos documentos, incluso el testamento, sean falsos?
-Eso yo no podría decírselo señora. Puede su hija impugnar el testamento y de esa manera salir de dudas. Pero deberá hacerlo a la brevedad.
Irma lucía serena. Demasiada serenidad que no era normal, según Alyda, después de saber que la única posesión material de su difunto yerno quedaba en manos de una completa desconocida; cosa que ella no estaba dispuesta a permitir.
Valiéndose de amistades, logró obtener una copia del testamento de Luis y del acta de matrimonio civil con Deyla. La fecha no dejaba lugar a dudas: apenas si unas semanas antes de casarse con Irma.
En la oficina de Deyla Hernández ya era costumbre trabajar más de las horas normales. La Juez debía terminar la sentencia de un caso de homicidio. Sus asistentes habían acudido a buscar una información al archivo cuando recibió una visita inesperada.
-Buenas noches Su Señoría Deyla Hernández.
Deyla levantó la mirada.
-Perdón, ¿nos conocemos?
-No precisamente, pero tal vez mi nombre te sea conocido. Soy Irma Tijerina.
Deyla sintió un escalofrío recorrer su espalda. Lo que menos hubiese querido era encontrarse cara a cara con la mujer que le quitó la felicidad que le correspondía. Pero ahora ahí estaba, frente a ella, y no podía darse el lujo de mostrar debilidad.
-Irma, comprenderás que no puedo decir que es un placer conocerte, pero si te puedo ayudar en algo……
-No vine aquí a solicitar tu ayuda, más bien necesito que aclaremos algunas cosas sobre Luis.
-¿Aclarar? Creo que a estas alturas nosotras no tenemos nada que aclarar, en todo caso le corresponde a Luis Gerardo hacerlo.
Irma caminó por el despacho lentamente, su mirada recorría cada rincón.
-Dudo mucho que Luis pueda contestar a mis preguntas, hace algunos meses murió. ¿No lo sabías?
Deyla no pudo contestar, nunca imaginó que recibir la noticia de la muerte de Luis, era muy diferente no verlo pero saberlo vivo.
-Como fue Irma? Él era un hombre sano hasta donde yo sé, no padecía ninguna enfermedad que….
-Un lamentable accidente. Lo arroyó un auto.
La Juez continuaba en silencio.
-Pero no vine aquí a darte detalles del accidente, se nota que los noticieros no figuran entre tus programas televisivos favoritos. Vine a hablar de otra cosa: del testamento de mi esposo.
-¿Testamento? ¿Qué relación tengo yo con el testamento de Luis?
-Demasiada. Al morir Luis dejó una esposa viuda y un hijo huérfano, por derecho herederos de sus bienes. Pero no es así. Su única herencia, la casa en que vivimos, se la heredó a su esposa.
Deyla la miraba desconcertada.
-Irma, no puedo darme el lujo de jugar a las adivinanzas, tengo que preparar una sentencia, así que si solo viniste a informarme de la muerte de Luis me doy por enterada y ya te puedes marchar, por favor. Disfruta tu herencia.
-No estás entendiendo nada de lo que dije, Su Señoría. O estás fingiendo demencia. Si. Eso es.
-Ya basta Irma, vete o voy a ordenar que te echen.
-¿Cuándo te casaste con Luis Gerardo?
Aquella pregunta hizo palidecer a la juez.
-¿Antes o después de casarse conmigo? –después de unos segundos escapó de sus labios una risilla burlona- No te lo esperabas, ¿verdad? Creíste que nunca me enteraría. Pero ya ves, la pobre tonta de Irma descubrió tu sucio juego; quien lo creería de ti, ¿eh? Tan decente que te ves. Representaste a las mil maravillas el papel de mártir al alejarte de tu novio para que se él casara con la mujer que embarazó. Seguramente tus amigos y conocidos te levantaron un monumento por ello.
-Faltarle el respeto a un juez es algo muy serio Irma. Puedo hacer que te arresten por ello.
-Ah. Lo olvidaba, ahora eres intocable. Pero no te preocupes, lo único que tienes que hacer es regresarme lo que me pertenece y no volveremos a vernos nunca.
-No sé de que me hablas. Pero no quiero volver a verte por aquí. Jamás.
-No permitiré que te quedes con mi casa, en esa casa vivimos Luis y yo ocho años y está impregnada de recuerdos que no tienes ningún derecho a pisotear, mucho menos tirar a la basura.
-Aquí la única que pisoteó para lograr sus fines fuiste tú Irma, no lo olvides nunca. Y por eso Luis ahora está muerto. Lo asfixiaste con tus celos estúpidos, lo llevaste a la desesperación total……
-Siempre pensé que ustedes se entendían a mis espaldas, él lo negó siempre, pero ahora que tú ventilas detalles de nuestra vida, no tengo ninguna duda que fuiste su amante.
Irma se alejó con paso lento. Deyla corrió el seguro a la puerta y sacó de uno de los cajones de su archivo un sobre que años atrás alguien le hizo llegar. Agradeció que ninguno de sus asistentes llegara todavía.
-Luis, que hiciste? Por qué esta tonta viene a insultarme a mi oficina?
Leyó con sumo cuidado los documentos notariados. Reconoció el que efectivamente era el testamento de Luis Gerardo.
-“Mi pertenencia de más valor, mi casa de las Privanzas, es para mi esposa, la señora Deyla Hernández Lozano, estipulando la condición de que como dueña absoluta, deberá venderla, y el efectivo de dicha venta lo depositará en una cuenta bancaria que he dejado a su nombre y cuyos documentos le serán entregados por el CP. José Manuel Santacruz, quien a su vez se hará cargo de la venta de la mencionada propiedad”.
Que grande y que silencio tan espantoso habitaba ahora en esa enorme casona. Ya había transcurrido un mes del trágico accidente de Luis Gerardo e Irma aún no asimilaba lo sucedido. Acostumbraba todavía levantarse temprano para preparar el desayuno, en su mente escuchaba mientras Luis tomaba la ducha. Pero al ver que las manecillas del reloj avanzaban y la ducha era interminable, miraba que el desayuno yacía frío sobre la mesa. Asemejaba un fantasma rondando por la casa, había perdido peso. Sus amistades le sugirieron que no guardara luto, que estaba muy joven para vestir de negro todo el tiempo, pero ella hizo caso omiso a los comentarios. Alyda, madre de Irma, se hizo cargo de su nieto desde la muerte de Luis, sabía que su hija no estaba bien y temía por su salud mental; de un tiempo a la fecha tenía la idea fija de que Irma y Luigi fueran a vivir a la casa paterna. Irma pasaba el día entero encerrada en su habitación en medio de un desorden total, no salía ni siquiera para comprar sus comestibles, la asistente doméstica mantenía la casa limpia y en orden, pero no podía encargarse del pequeño; motivo por el que Alyda lo llevó con ella. Esa tarde acudió a tomar el té con Irma. Le plantearía la idea. Total, no tenía nada que perder y sí mucho que ganar.
-Irma, hija, no crees que esta casona es demasiado grande para ti y para el pequeño?
-Quizá..... puede ser......
-Hemos pensado tu padre y yo que sería bueno regreses a vivir con nosotros.....-miró fijamente a Irma en silencio, esperando una respuesta, pero al ver la indiferencia de Irma, prosiguió.- Una buena opción sería vender esta casa, aún eres joven, puedes retomar tu carrera, y si más adelante deseas vivir sola con tu hijo compras un departamento o una casa pequeña.
La joven tardo en responder.
-No lo sé mamá, es una buena idea, pero ahora no es momento para pensar en eso. Estoy cansada, aturdida, quiero dormir, únicamente dormir.
-Irma, entiendo tu situación pero.....
-No mamá, no puedes entender nada porque tu no has perdido al hombre que amas, en cambio yo estoy sola, no cuento con Luis más nunca.
-En realidad nunca contaste con él –enfrentó la mirada furiosa de su hija- Luis nunca te quiso Irma, ambas sabemos que se casó contigo para cumplir como caballero porque te embarazaste, pero el amó y murió amando a otra mujer.....
-No sé porque dices eso mami, Luis me amaba, solo que tenía mucho trabajo que apenas si nos dedicaba un poco de tiempo a su hijo y a mi. Pero me amaba.
Alyda miró a su hija, acurrucada sobre el sofá daba la impresión de ser una niña indefensa; era inútil discutir con ella en ese estado.
-Estoy investigando si tu difunto esposo dejó testamento. No me han confirmado nada aún; y esto significa que deberás estar muy lúcida para iniciar los trámites de sucesión sobre los bienes de Luis. Después de todo, Luis era un emprendedor que se esforzó por lograr un patrimonio propio, y en ausencia de él, tu y tu hijo son sus herederos.
Irma no respondió.
-Arreglado el asunto de la sucesión venderás esta casa; tú y Luigi vivirán con nosotros hasta que te sientas lista para iniciar una nueva vida. En tanto tu padre y yo administraremos la herencia de Luis.
-Yo no quiero vender la casa, este es el único lugar donde puedo encontrarme con Luis. Si me voy ya no lo volveré a ver......
-Hija, me preocupas. Necesitas llevar terapia con un psiquiatra, no puedes seguir hablando de Luis como si estuviera vivo y....
-No voy a acudir con ningún psiquiatra.
-Si no lo haces entonces te encerraré en un sanatorio mental alegando depresión hasta el grado de intentar suicidarte. Aparte perderás la patria potestad sobre Luigi. Piénsalo Irma.
Alyda no permitiría que su hija y nieto quedasen económicamente con las manos vacías después de soportar durante ocho años la indiferencia y desamor de Luis Gerardo. “Si mi hija no contó nunca con tu amor, al menos disfrutará tu dinero”, ese fue su pensamiento desde que Luis Gerardo yaciera inmóvil en la fría plancha del anfiteatro. Como madre, le destrozaba el corazón el ver a su hija sumida en un dolor que parecía no tener final. La muerte de Luis fue el principio de la locura de Irma, ya que la muchacha se sentía culpable por lo ocurrido. Por lo que utilizó su poder persuasivo para convencer a Irma de tratar su depresión con un psiquiatra muy amigo suyo, de quien estaba convencida de su total discreción y ayuda en caso de que pudiera surgir algún “inconveniente” legal.
En efecto, había un testamento de Luis Gerardo, Alyda tan pronto tuvo conocimiento de ello, empezó a iniciar los trámites para la lectura del mismo. Para su fortuna, la terapia logró cambios positivos en Irma, ya que la chica estaba aprendiendo a vivir con el sentimiento de culpa que la agobiaba.
Acordaron que el testamento fuera leído en casa de Irma. Sin saber el motivo, todos los presentes se sentían intranquilos.
El notario comenzó la lectura del documento, leyó el protocolo respectivo, una mueca de sorpresa se dibujó en su rostro, miró a todos los presentes y prosiguió con la lectura, éstos intercambiaron miradas sin pronunciar palabra alguna.
-“Mi pertenencia de más valor, mi casa de las Privanzas, es para mi esposa, la señora Deyla Hernández Lozano, estipulando la condición de que como dueña absoluta, deberá venderla, y el efectivo de dicha venta lo depositará en una cuenta bancaria que he dejado a su nombre y cuyos documentos le serán entregados por el CP. José Manuel Santacruz, quien a su vez se hará cargo de la venta de la mencionada propiedad”.
-Creo que aquí hay un pequeño error Lic, -se apresuró a decir Alyda.- La esposa de Luis Gerardo es mi hija Irma Tijerina, no Deyla Hernández.
El notario extrajo del fólder otros documentos.
-Lo lamento señora, pero aquí se anexa las identificaciones del señor Luis Gerardo Támez y la señora Deyla Hernández, así como también su acta de matrimonio civil.
Alyda tomó los documentos de manos del notario, los leyó detenidamente. El testamento estaba fechado cinco años atrás.
-Dígame Lic., ¿que posibilidades existen de que esos documentos, incluso el testamento, sean falsos?
-Eso yo no podría decírselo señora. Puede su hija impugnar el testamento y de esa manera salir de dudas. Pero deberá hacerlo a la brevedad.
Irma lucía serena. Demasiada serenidad que no era normal, según Alyda, después de saber que la única posesión material de su difunto yerno quedaba en manos de una completa desconocida; cosa que ella no estaba dispuesta a permitir.
Valiéndose de amistades, logró obtener una copia del testamento de Luis y del acta de matrimonio civil con Deyla. La fecha no dejaba lugar a dudas: apenas si unas semanas antes de casarse con Irma.
En la oficina de Deyla Hernández ya era costumbre trabajar más de las horas normales. La Juez debía terminar la sentencia de un caso de homicidio. Sus asistentes habían acudido a buscar una información al archivo cuando recibió una visita inesperada.
-Buenas noches Su Señoría Deyla Hernández.
Deyla levantó la mirada.
-Perdón, ¿nos conocemos?
-No precisamente, pero tal vez mi nombre te sea conocido. Soy Irma Tijerina.
Deyla sintió un escalofrío recorrer su espalda. Lo que menos hubiese querido era encontrarse cara a cara con la mujer que le quitó la felicidad que le correspondía. Pero ahora ahí estaba, frente a ella, y no podía darse el lujo de mostrar debilidad.
-Irma, comprenderás que no puedo decir que es un placer conocerte, pero si te puedo ayudar en algo……
-No vine aquí a solicitar tu ayuda, más bien necesito que aclaremos algunas cosas sobre Luis.
-¿Aclarar? Creo que a estas alturas nosotras no tenemos nada que aclarar, en todo caso le corresponde a Luis Gerardo hacerlo.
Irma caminó por el despacho lentamente, su mirada recorría cada rincón.
-Dudo mucho que Luis pueda contestar a mis preguntas, hace algunos meses murió. ¿No lo sabías?
Deyla no pudo contestar, nunca imaginó que recibir la noticia de la muerte de Luis, era muy diferente no verlo pero saberlo vivo.
-Como fue Irma? Él era un hombre sano hasta donde yo sé, no padecía ninguna enfermedad que….
-Un lamentable accidente. Lo arroyó un auto.
La Juez continuaba en silencio.
-Pero no vine aquí a darte detalles del accidente, se nota que los noticieros no figuran entre tus programas televisivos favoritos. Vine a hablar de otra cosa: del testamento de mi esposo.
-¿Testamento? ¿Qué relación tengo yo con el testamento de Luis?
-Demasiada. Al morir Luis dejó una esposa viuda y un hijo huérfano, por derecho herederos de sus bienes. Pero no es así. Su única herencia, la casa en que vivimos, se la heredó a su esposa.
Deyla la miraba desconcertada.
-Irma, no puedo darme el lujo de jugar a las adivinanzas, tengo que preparar una sentencia, así que si solo viniste a informarme de la muerte de Luis me doy por enterada y ya te puedes marchar, por favor. Disfruta tu herencia.
-No estás entendiendo nada de lo que dije, Su Señoría. O estás fingiendo demencia. Si. Eso es.
-Ya basta Irma, vete o voy a ordenar que te echen.
-¿Cuándo te casaste con Luis Gerardo?
Aquella pregunta hizo palidecer a la juez.
-¿Antes o después de casarse conmigo? –después de unos segundos escapó de sus labios una risilla burlona- No te lo esperabas, ¿verdad? Creíste que nunca me enteraría. Pero ya ves, la pobre tonta de Irma descubrió tu sucio juego; quien lo creería de ti, ¿eh? Tan decente que te ves. Representaste a las mil maravillas el papel de mártir al alejarte de tu novio para que se él casara con la mujer que embarazó. Seguramente tus amigos y conocidos te levantaron un monumento por ello.
-Faltarle el respeto a un juez es algo muy serio Irma. Puedo hacer que te arresten por ello.
-Ah. Lo olvidaba, ahora eres intocable. Pero no te preocupes, lo único que tienes que hacer es regresarme lo que me pertenece y no volveremos a vernos nunca.
-No sé de que me hablas. Pero no quiero volver a verte por aquí. Jamás.
-No permitiré que te quedes con mi casa, en esa casa vivimos Luis y yo ocho años y está impregnada de recuerdos que no tienes ningún derecho a pisotear, mucho menos tirar a la basura.
-Aquí la única que pisoteó para lograr sus fines fuiste tú Irma, no lo olvides nunca. Y por eso Luis ahora está muerto. Lo asfixiaste con tus celos estúpidos, lo llevaste a la desesperación total……
-Siempre pensé que ustedes se entendían a mis espaldas, él lo negó siempre, pero ahora que tú ventilas detalles de nuestra vida, no tengo ninguna duda que fuiste su amante.
Irma se alejó con paso lento. Deyla corrió el seguro a la puerta y sacó de uno de los cajones de su archivo un sobre que años atrás alguien le hizo llegar. Agradeció que ninguno de sus asistentes llegara todavía.
-Luis, que hiciste? Por qué esta tonta viene a insultarme a mi oficina?
Leyó con sumo cuidado los documentos notariados. Reconoció el que efectivamente era el testamento de Luis Gerardo.
-“Mi pertenencia de más valor, mi casa de las Privanzas, es para mi esposa, la señora Deyla Hernández Lozano, estipulando la condición de que como dueña absoluta, deberá venderla, y el efectivo de dicha venta lo depositará en una cuenta bancaria que he dejado a su nombre y cuyos documentos le serán entregados por el CP. José Manuel Santacruz, quien a su vez se hará cargo de la venta de la mencionada propiedad”.
¡Hola! Bonito texto.Me ha
ResponderBorrargustado mucho.
Ha sido un placer pasar por aquí.
Un cordial saludo.
CALAMANDA
Escribes muy bien, espero que lo termines y lo publiques.
ResponderBorrarCOMO LA VIDA MISMA.UN ABRAZO
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