Historias de Pelos!!!


De chiquillo nunca me gustó cortarme el cabello y como la gran mayoría de los niños lloraba y pataleaba para que mamá no me llevara a la peluquería, que para colmo el peluquero era un señor amabilísimo, que de tanta amabilidad resultaba insoportable. Y cuidado cuando empezaba a contar sus anécdotas de juventud porque ahí si que no lo callaba nadie. Tenía a sus clientes embelesados y su peluquería llena, pero eran las cabezas que ya habían pasado por las tijeras y se quedaban a hacer bulto en la salita solo para escucharlo. Mi madre era una de esas personas, ella se pasaba un buen rato ji ji ji ja ja ja sin prestar atención a que yo me estuviese haciendo pipí o que quisiera llegar a casa para ver mi caricatura favorita.

Que oso! Varias ocasiones regué el hermoso jardín del peluquero con mi pipí, lo que me costó unas buenas tundas de mano de mi papá.
Pero nada es para siempre y mi adversión hacia los peluqueros desapareció en mi adolescencia, gracias a una chica estilista que instaló su negocio a unas calles de donde yo vivía. En más de una ocasión me dejó trasquilado pero a mí no me importaba con tal de admirarla. Digo, con eso de que ahora los hombres ya no vamos a las peluquerías sino a las estéticas. Se entera uno de cada cosa. Que si fulanita se casó hace dos meses y ya se descasó, que al padrecito de la parroquia de San Tadeo lo cacharon poniéndose una buena papalina y el prelado lo castigó no permitiéndole oficiar misa durante un mes. Justo ahora estoy escuchando a doña Chela comentarle a la manicurista que a Inesita su ahijada le practicaron un exorcismo porque estaba como poseída, con eso de que la pobre Inesita tuvo una tos durante algunos días y como ya no aguantaba fue a ver a un hierbero, le recetó quien sabe que hierbas y la muchacha comenzó a alucinar, a maldecir y a dar de golpes a todo el que se le atravesara en el camino. Llamaron al padrecito de la iglesia pero éste poco o nada pudo hacer por sacar al endemoniado chamuco del cuerpo de la cándida Inés, justo en ese momento siento un fuerte pellizco en mi oreja y escucho un “usted disculpe” de voz de la estilista. Caray, me perdí el descenlace del “exorcista en vivo y a todo color”. En eso me sacuden los cabellos, me quitan la capa de corte y ¡listo! Como nuevo.

Pero al llegar a casa me veo por la espalda en el espejo y oh, otra vez! No es posible, otro tijeretazo mal calculado y mi cabello todo cucho. En eso entra mi madre al cuarto y al ver la expresión de mi cara entre angustia y coraje me dice:
-Othón, Othón, por estar planchando oreja a las historias del la colonia ni te das cuenta que esta jovencita te deja todo trasquilado.Y tiene razón, pero es que esas historias tienen un sabor…..como decirlo, de historieta de pueblo, de actitudes y personajes no bien vistos en el inicio de siglo. En fin…….

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