Campeones de la Vida

Hola. Seguramente ustedes se acuerdan de mí. Soy el deportista que ha ganado medallas de oro, plata y bronce en campeonatos locales y mundiales de esgrima. Por lo que la mayoría de ustedes no me podrán olvidar es por aquel escándalo en el Campeonato de La Habana Cuba en el 2003, en el que después de haber resultado ganador de medalla de oro en la categoría de Espada Individual, a la salida del Coliseo de la Ciudad Deportiva los cubanos arremetieron a golpes contra mi por haber relegado a segundo lugar a su favorito, que ni más ni menos se trató de su paisano Edelmiro Balbuena. En fin, eso no afectó mis triunfos venideros mucho menos los pasados. Al contrario, acepto que me ayudó en mucho la paliza recibida: gracias a ella mi rostro apareció a diario en periódicos, entrevistas en televisión, fui la imagen de accesorios deportivos, marcas de ropa y perfumes para caballero, tarjetas de crédito, productos alimenticios, etc. Pero hoy no estoy aquí para hablarles de mí ni de la historia de la esgrima, ni de mis triunfos o derrotas. Quiero hablarles hoy de aquellos campeones sin reconocimiento, de aquellos de quienes la gente ni siquiera sabe sus nombres. De nosotros las figuras públicas conocen toda nuestra vida: que comemos, con quienes dormimos, saben que nos gusta leer desde el romanticismo de Shakespeare, el suspenso de Agatha Christie y hasta terminar con la soledad de García Márquez y el juego de ajedrez de Arturo Pérez-Reverte.Hoy en especial voy a decirles que a Doña Julia (la que vende tamales) la dieron de alta en el hospital donde la intervinieron de una afección cardiaca y ya atiende su puesto en el mercado. Desafió a la muerte y ganó la batalla. ¿Y supieron que Perla la vecina del juez de barrio acudió a la Junta de Conciliación para demandar a su patrón por despedirla injustificadamente de la fábrica donde laboraba como costurera desde hace seis años? Tiene un mes sin trabajo estable y se gana la vida ayudando en la estética de la esquina, no puede darse el lujo de cruzarse de brazos porque tiene una hija que mantener. Sus rivales en la carrera son el tiempo y el hambre. Como ven, campeón no es solo quien porta medallas olímpicas al cuello, sino también aquel que se levanta de madrugada para acudir a su trabajo y corre para abordar un autobús repleto de gente, aguantando empujones, pisotones y alguna que otra mala palabra. Y a pesar de eso sonríe. Campeón es quien después de una agotadora jornada de trabajo todavía le quedan ánimos para acudir a la universidad a cursar su carrera profesional. Éstos son los auténticos campeones. Me dará infinita alegría si los reconocen cuando los miren caminar por la calle. Un saludo de su amigo Santiago Díaz Herrera.
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